Hasta el último minuto va a tener vida esta Liga, pero lo de esta tarde es crucial para su desenlace. Los partidos de Las Palmas y de Madrid van a suceder para azote de los miocardios y me da en la pituitaria que tiene más que decir al equipo de Sampaoli que el de Setién, por lo que se columbra vital la cita del miércoles en Balaídos. Ese Celta-Madrid tan retrasado por culpa de la ciclogénesis explosiva puede ser la cita decisiva... creo.

Recalando en asuntos domésticos y en el convencimiento de que el Betis-Atlético no pasa de la salvaguarda de imagen, aparece apasionante la cita del Bernabéu. El Sevilla tiene heridas muy dolorosas abiertas por el Real Madrid desde la final de la Supercopa europea con aquel gol de Sergio Ramos que sirvió para llevarse un caramelo que ya lo tenía en la boca, que se recrudeció en Copa del Rey con el panenkazo del camero, pero que se palió en la rutilante aparición de Jovetic.

Demasiados datos para la vendetta, por lo que me imagino a Sampaoli obsesionado en meter el dedo en el ojo al Realísimo, mientras elabora listas para la albiceleste en sus horas extra. De siempre, una comparecencia del Sevilla en el gran escaparate se rodeó de cierta expectación. Un punto le falta para confirmar la cuarta plaza sin depender de nadie y ese empate pondría de los nervios a los de Zidane de cara al compromiso de este próximo miércoles en Vigo.

Vamos a revivir el vértigo de cada año cuando llegan estas fechas. Todo a la misma hora y el soniquete morse de los carruseles ha dado paso a las conexiones televisivas para una tarde apasionante. ¿Ganarán ambos gigantes, tropezará uno, lo harán los dos? Quién sabe, pero de todos los platos que van a guisarse cuando den las ocho en todos los relojes de la tarde, para mi gusto es el Real Madrid-Sevilla el que tiene más contenido por igualdad y también por pedigrí.