Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Reconstruir

Hace falta mucho más que la rehabilitación de viviendas en una ciudad donde preocupa el estallido de violencia en barrios

En la Venta Antonio de la carretera de Jerez a Sanlúcar se vivieron muchos de los mejores días de vino y rosas de esta ciudad, de la época dorada que nunca volvió, cuando se ataban los perros con longaniza y todo eran sonrisas. Al bueno de Antonio García Archidona y a algunos otros se los acabarían llevando por delante aquellos tiempos excesivos de la Expo 92 tras la que nada volvió a ser lo mismo. Ni en Jerez, ni en Cádiz, ni en Sevilla ni en Madrid.

No fue sólo una autovía trazada a traición la que dejó fuera del mercado a Antonio y a sus bogavantes, los mejores amigos del hombre porque nadie ha visto nunca a uno de esos bichos abandonados en una carretera. Fue también una nueva época en la que todo cambió y llegó una nueva cultura que acabó con las tarjetas de crédito de las reuniones de empresa, dando paso a los menús a mil pesetas, o seis euros, en autobuses de pensionistas que llegaban y se iban raudos y veloces tras una furtiva incursión en esa vía de servicio de la autovía. Ahora, como el Cortijo de Ducha en la N-IV, el Palmera Plaza de la calle Pizarro o el Caballo Blanco en El Puerto, la Venta Antonio ha sido expoliada a pellizcos en una metáfora de nuestros tiempos. Estos establecimientos que simbolizaron el esplendor no han desaparecido de repente, sino poco a poco, lentamente, a la vista de todos, en una lenta agonía que hace aún más dolorosa su pérdida.

Mucho más triste es, sin embargo, la degradación de algunos barrios de Jerez que antaño fueron un canto a la esperanza de muchas familias. La misma semana que conocíamos el enésimo expolio de un establecimiento singular, Cáritas alertaba del problema de la infravivienda en Jerez, en esta ocasión en la barriada de San Juan de Dios. Ya no hablamos del declive de restaurantes y sus bogavantes, aunque al final tal vez todo tenga que ver de una u otra forma. Calladamente, sin hacer mucho ruido, hay rincones de Jerez, bien poblados, que se han ido deteriorando hasta el punto de que no se cumplen las mínimas condiciones de habitabilidad. Y todo ello, ante nuestros ojos.

Esperemos que los millones anunciados este viernes por la Junta de Andalucía sirvan para recuperar ese y otros barrios que necesitan un revulsivo que debe ir más allá de la rehabilitación de viviendas, del simple pintado de fachadas. Lo sucedido en el barrio de San Benito esta misma semana, con una ola de violencia muy preocupante, es una buena prueba de que las actuaciones en algunas zonas de la ciudad no pueden ser meramente físicas o estéticas.

No nos podemos quedar contemplando, impasibles, las ruinas de barrios, de hoteles o restaurantes. Hay que reconstruir ese Jerez que se cae a pedazos en todos los sentidos, con programas para la rehabilitación de viviendas para que las personas vivan dignamente pero también devolviendo la vida económica a la ciudad y que de esa forma no caigamos en ese círculo vicioso como es el de la dependencia de aquello que está al margen de la ley, como sucede en otros puntos muy calientes de la provincia. Condiciones y argumentos existen para recuperar el esplendor perdido.

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