EL primer impulso que siente un columnista al empezar a escribir, después de hojear los periódicos del día, es glosar lo que ayer fue comentario, hoy noticia y mañana olvido. No siempre es así, pero lo es en casi todos los casos de noticias políticas. Ahora una tercera parte de los periódicos está dedicada a los nombramientos de ministros, consejeros, directores generales, delegados y otros altos cargos de la Administración. Nadie, salvo los interesados, conserva la página de un ascenso político, un accidente aparatoso, un incendio, una esquela mortuoria o el resultado de un partido de fútbol. Las noticias del día no vuelven a aparecer más. Quizá al día siguiente aparezca una foto de los escombros de un fuego con un pie que nos diga como se originó. Los periódicos se guardan unos días y se van tirando a la basura por orden de fecha. Tenemos la tranquilidad de la creación de las hemerotecas por si hicieran falta.

Desde hace algún tiempo la prensa trae más noticias eternas, la enjundia verdadera de los periódicos, aunque, aparte, cada asunto tenga revistas especializadas: un hallazgo arqueológico, la semblanza de un muerto ilustre, la exposición de un clásico. Estas páginas estarán en un libro futuro y son hoy las que les faltan a los que tenemos. Recortarlas y encartarlas en el volumen donde deberían estar puede ser el principio de una neurosis, porque los descubrimientos que amplían o modifican los ya existentes suceden a diario. Está Internet para ponerse al día en infinidad de asuntos, pero es otra neurosis quizá peor: acaba uno perdido en otras páginas de interés, además de las que buscaba. Luego está la vida de la letra impresa en papel, del libro y su manejo. Es difícil ya sustituirlos por una pantalla. Si lo hacemos, es de tarde en tarde y por necesidad. Un aparato no tiene la nobleza, la ductilidad, el silencio y el tacto de un libro.

Por todo esto, antes de tirar los periódicos les damos un último repaso: en uno aparece una momia que aún no sabemos si es o no la de Nefertiti, una galaxia ha resultado estar mucho más lejos de lo que se pensaba, se descubren planetas extrasolares que nadie ha visto y lo vemos con los ojos del alma, se encuentran huesos de un animal espantoso que vivió millones de años antes de extinguirse, y guardamos algunas alarmas sobre el cambio climático para conservarlas en los tratados de paleoclimatología. Previa lectura, los recortes van al libro correspondiente pero no al olvido. Estarán esperándonos en tomos a los que volvemos antes o después, a algunos con frecuencia, y allí los hallamos como adenda. En el libro sabemos lo que buscamos, pero el que aparezca entre sus páginas un recorte de prensa que nos llamó la atención un día, es haber salvado del olvido y de la muerte una información valiosa y complicada de encontrar. Insisto en las neurosis; pero ¿qué haríamos sin ellas?

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