DE TODO UN POCO

Enrique García- Máiquez

Regale el universo

UNA amiga mía creyó firmemente en los Reyes Magos hasta los bordes mismos de su adolescencia. Las pegajosas sabihondas del colegio le insistían en que eran los padres, pero para ella que sus padres en su familia numerosa se pudiesen permitir tantos regalos era inverosímil. La única explicación aceptable era la magia de Melchor, Gaspar y Baltasar. Este año, con la crisis, el 6 de enero crecerá mucho entre nosotros la fe en los tres Reyes Magos, pues vendrán a pesar de todo.

Pero la fe no está reñida con la razón, así que pidamos en las actuales circunstancias regalos razonables. Recordemos oportunamente que "menos es más", y no nos atiborremos de cosas, que después se amontonan y no nos dejan disfrutar unas de otras. Este año toca escoger con inteligencia, y, puestos a elegir una sola, lo mejor es regalar -háganme caso- el universo. El universo puede ser nuestro. En realidad, está a nuestra disposición desde que nacemos. Basta alzar los ojos y las noches de invierno nos ofrecen un cielo estrellado que ya quisiera para su escaparate el joyero más exclusivo de París. Quizá la estrella de Belén también nos señala de paso este otro milagro. Lo tenía claro Claudio Rodríguez, que respondió a la objeción tonta de que las estrellas son gratis: "¿Tan miserable es nuestro tiempo que algo/ digno, algo que no se venda sino que, alto/ y puro, arda en amor del pueblo y nos levante/ ya no es motivo de alegría?" Aunque el universo nos lo tienen que re-regalar. Y el único modo de hacerlo es con una buena cosmovisión (o Weltanschauung, si les suena más chulo en alemán). Las mejores cosmovisiones se encuentran en algunos libros. No en todos, por supuesto, y mucho menos en cualquiera, porque, como avisaba el poeta brasileño Mario Quintana, "uno que no te ayude a vivir y no sepa prepararte para la muerte no tiene sentido; es un triste tintineo de palabras". La colección de aforismos La pereza como método de trabajo del mismo Mario Quintana, recién publicada por Trabe y muy bien traducida por Ángel Alonso, es una forma estupenda (y, ejem, económica) de regalar el universo. En sus breves frases aprende uno a tomar posesión de la existencia a base de verla con ojos divertidos y profundos, o sea, con una cosmovisión estereoscópica. Podría ponerles múltiples ejemplos, algunos metafísicos ("El pasado no asume su lugar: está siempre presente"), otros artísticos ("La Victoria de Samotracia: viento petrificado") y alguno un punto pícaro ("El mayor encanto de los bebés son sus mamás"), pero mejor no nos alejemos demasiado de las estrellas, y lean éste, que pueden regalar a quien gusten: "Cruceros, Carros, hasta la Osa, la mayor y la menor, la Cabellera de Berenice, la Lira, la Libra, el Perro..., ¡cuánta bobada han descubierto los astrónomos chiflados! Yo, ignorante, cuando miro al cielo, no veo nada de eso. Simplemente voy trazando tu nombre en las estrellas".

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