Crónica personal

Pilar Cernuda

'Rendez vous'

HEMOS hablado tanto de reuniones entre Zapatero y Rajoy, de citas y encuentros, que mejor acudir al francés rendez vous para no caer en la reiteración.

Acude Rajoy a Moncloa con la intención de que nadie piense que no quiere colaborar con el Gobierno en todo aquello que pueda ayudar a salir de la crisis, pero a nadie se le escapa que su papel es complicado, porque Zapatero le informa de sus decisiones a balón pasado, aunque presume de que le pone en antecedentes de lo que piensa hacer, y además a José Blanco se le viene abajo todo el tinglado si Rajoy muestra su cara amable con el Gobierno, un tinglado estratégicamente montado en la idea de que Rajoy antepone los intereses propios a los intereses de los ciudadanos.

Es evidente que el clima entre Zapatero y Rajoy es mejor esta legislatura que la anterior, cuando los dos iban a cara de perro. Pero eso no significa que el PP tenga que decir sí, bwana a todo lo que venga de Zapatero, ni tampoco que el PP y Rajoy tengan que rechazar cualquier punto que les plantee Zapatero y su Gobierno. Seguramente, en el término medio se encuentra la solución, pero para llegar al término medio es absolutamente necesario que las dos partes hagan un esfuerzo de comprensión y de generosidad, y habría que ver si están dispuestos a hacerlo. Hasta ahora, podemos hablar de empate. Es verdad que Zapatero es más listo y hace como que no da un paso sin informar a Rajoy, lo que es falso de toda falsedad; le cuenta lo que Rajoy ya sabe y, cuando le llama antes de anunciar una medida, sólo le adelanta los titulares, no la enjundia de las medidas ni cómo piensa aplicarlas. Pero Rajoy, por otra parte, no hace callar a quienes desde dentro de su equipo se dedican a descalificar sistemáticamente todo lo que haga, diga o proponga Zapatero. Con el agravante de que a veces quienes hacen ese tipo de declaraciones son los menos indicados, pues su grado de solvencia sobre las cuestiones económicas es manifiestamente mejorable.

Zapatero ha incurrido en errores gravísimos. Ha engañado todo lo que ha querido, y más respecto al alcance de la crisis, y ha tomado decisiones que no ha consultado ni siquiera con el vicepresidente económico. Pero es evidente que, una vez asumida la gravedad de la situación, no ha dudado en sumarse a los planes de la Unión Europea, aunque con ese eterno punto de vanidad de intentar transmitir la idea de que él tiene un papel decisivo en esa política, como por ejemplo al anunciar que había propuesto la reunión de presidentes de la Europa del euro, cuando ya había sido convocada. En momentos de crisis, el presidente de Gobierno y el líder de la oposición están condenados a entenderse.

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