Retirarse es poder

Juan Ramón soñó con un mundo donde todos cobrasen igual, y nadie escogiese su trabajo por el sueldo

En la plaza, ya me dio lástima ver que, por momentos, la bronca a Morante interfería con las extraordinarias faenas de El Juli. Son los gajes de un mano a mano y la cosa no pasó a mayores, porque el torero de Madrid pudo con las rachas que soltaba el levante de mi pueblo y las ronchas de desilusión que dejaba el de la Puebla.

Más rabia me da constatar que el mano a mano mediático lo ha ganado Morante por la mano con el anuncio de su retirada. Nos hemos puesto a hablar de él y de su retirada y no del oficio, del pundonor y del arte de El Juli. Como pasa demasiado a menudo, preferimos la noticia triste a la celebración por todo lo alto, aunque las dos ocurran, como ha sido el caso, delante de nuestras narices. Vaya por delante mi aplauso y mi agradecimiento a El Juli por sus faenas.

Aunque la rabia que me da es porque yo también vengo a hablar de Morante y de su retirada. Es una autorrabia, aunque sólo a medias, pues vengo a celebrarla. No lo he podido evitar. Dejando claro que lamento, como todos, que un torero con tanta hondura como Morante se nos haya ido por la puerta de atrás, cuando la suya es la grande. Pensamos, además, en la falta que le hace a la fiesta.

Pensamos poco, sin embargo, en la suerte que es poderse retirar cuando te da la gana, porque las cosas no salen como quieres, has perdido la fe, no se te trata como mereces, tienes mal fario o lo que sea. Poderse retirar es poder. Si irse por la edad es la jubilación, irse por propia voluntad debe de ser el júbilo. ¿Cuántos no habrán perdido el entusiasmo en su trabajo o sentirán que no aportan lo que debieran o que no están a la altura de su puesto o viceversa? Pero la necesidad aprieta, y hay que apretar los dientes. Lo de Morante, si se piensa, es un enorme privilegio.

No lo digo como crítica ni con envidia, sino como utopía. Juan Ramón Jiménez soñó con un mundo donde todo el mundo cobrase lo mismo, de modo que nadie escogiese el trabajo por el sueldo y todo se hiciese por la vocación. Tan precioso como imposible. Yo sumaría a la lista poética de ensueños laborales la libertad de retirarse. Entre tantas libertades y derechos estrafalarios como se defienden ahora, ¿qué me dicen de ésta, tan honrada con uno mismo y con el oficio, si se toma por exigencia y no por pereza? Ojalá Morante vuelva pronto y pletórico. Habremos recuperado el torero que admiramos y habrá dado una prueba experimental de mi tesis.

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