EL Rey don Juan Carlos cumple hoy setenta años, y la efeméride ha sido aprovechada por diversos sectores nacionales para expresarle respeto y lealtad. Pensamos que esas muestras de afecto son sinceras y plenamente representativas de lo que los españoles piensan y sienten. Después de treinta y dos años de reinado, la figura del monarca que ha presidido la modernización más profunda experimentada por España en su tormentosa historia no ha sufrido deterioro ni merma en la conciencia y en la memoria de los ciudadanos. Aunque en los últimos tiempos algunas voces y actitudes insignificantes han cuestionado a don Juan Carlos y a la institución que encarna, los españoles no olvidan, porque no pueden olvidar, su papel decisivo en el cambio pacífico del sistema político español hacia una democracia parlamentaria y en cuantas ocasiones éste ha sido puesto en peligro por sus enemigos más acérrimos: el terrorismo y la involución golpista, que tuvo su expresión más cruda y sombría el 23 de febrero de 1981. En aquel momento el Rey estuvo en su sitio y, gracias a su firmeza, determinación y coraje la democracia, salvó la prueba de fuego a la que fue sometida. Pero los grandes servicios de don Juan Carlos a la España contemporánea vienen de antes, de cuando sucedió en la Jefatura del Estado al general Franco y, utilizando los resortes legales de la dictadura languideciente, condujo a la sociedad española hacia un régimen de democracia avanzada. Fue en este impulso democratizador que dejó atrás el espíritu de la Guerra Civil y la división de los españoles, con la colaboración especial de unos líderes políticos generosos y con sentido de Estado, en el que don Juan Carlos consolidó su legitimidad ante los ciudadanos. Bajo su reinado, que dura ya treinta y dos años, este país ha alcanzado, con distintos gobiernos como corresponde a un sistema de alternancia y libertad, cotas de bienestar y progreso nunca vistas. Por eso, debemos felicitarnos como pueblo y felicitar al Rey en su cumpleaños: con la satisfacción del deber cumplido, la alegría por el trabajo colectivo bien hecho y la confianza en que el jefe del Estado continúa al frente del timón, en un país liberado al fin de las zozobras de una historia con demasiadas divisiones e incertidumbres.

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