LA TORRE DEL VIGÍA

Juan Manuel / Sainz Peña

Ruidos

A quienes deberían velar por el descanso del ciudadano, les importa un bledo que una obra comience a las siete de la mañana, en verano, con todas las ventanas abiertas, o que el camión de riego pase a las dos de la madrugada con un estruendo inadmisible para esas horas de la noche.

Aquí no se tiene el menor respeto con el vecino, y Medio Ambiente, por un lado, que debería dar ejemplo, se pasa por el forro horarios y calendarios. Imagino que la excusa será que a esa hora hay menos tráfico etcétera, pero yo, particularmente, preferiría que el jaleo del agüita y el caos fuera de día, cuando todo el mundo está despierto, y no cuando la mayoría de la gente trata de dormir un poco.

En cuanto a las obras, no sé de quién depende, pero no parece razonable que, verbigracia, en la iglesia de Santiago se ponga la maquinaria pesada a armar escándalo antes de las siete.

Pero este desmán no es exclusivo de obras, jardines y camiones de riego. También los particulares pasamos del prójimo. Así, es normal la estupidez de ir tocando el claxon del coche a las cuatro o a las cinco de madrugada (por no hablar de la música a toda leche), o ir hablando a voces, que es lo que suele hacer la gente maleducada para que todos nos enteremos -como si nos importara- del tema de conversación.

Capítulo aparte merecen las obras y las chapuzas que se hacen a las tres o las cuatro de la tarde, con trompos, martillazos y golpes sin reparar en que a esa hora, tal vez, haya algún bebé, algún enfermo o algún anciano en la casa de al lado que necesita dormir.

Vivimos a nuestra bola y nos importa muy poco la convivencia. Es más, creo que la ignoramos por completo. Por norma general nos la soplan los demás. Si hay que hacer ruido, se hace y los demás que arreen. La solidaridad sale volando, espantada, ante tanto estruendo y tanta desvergüenza.

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