Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Ruin y coherente

Da igual que estemos ante una desgracia, un buen 'conseller' debe hacer patria hasta en el inventario de muertos

No por ganar una oposición complicada o por ser cónsul en Washington una persona es inmune a la imbecilidad. No por ser catedrático o CEO de una multinacional se está vacunado contra la locura o la depravación. Tampoco por ser consejero de una comunidad autónoma alguien está dispensado de ser un memo o, peor, una mala persona. Es de mucho temerse que la titularidad de una u otra condición sea el caso del conseller catalán de Interior, Joaquim Forn, quien al dar cuenta del número de víctimas del ataque islamista dijo que, entre otras, había "dos catalanas y dos de la nacionalidad española". En puridad, cabría interpretar que, al tener la nacionalidad española todo catalán, no son en total cuatro, sino dos los muertos, pero tal aritmética no pasa de ser una humorada quizá impertinente dado que hablamos de asesinados. Al cabo, la muerte iguala todo, también la nación. La hace ridícula, sobre todo para los familiares de los muertos. No para el listero del Govern, que se sube al tren barato sin empacho.

No cabe negarle sin embargo la coherencia a Forn: lo primero, y en apariencia único objetivo político en la Cataluña dominante, es la independencia, la distancia y el desprecio hacia ese monstruo cruel, chupasangre y autoritario -ése es su imaginario- llamado España. Da igual que estemos ante una desgracia brutal: lo primero es lo primero, o sea, dejar claro que Cataluña y España son naciones sin intersección alguna. Lo cual es una soberana mentira a tenor de los números, por cierto, aunque, lo dicho: la verdad no debe desvirtuar el más sagrado principio del credo soberanista: Catalonia is not Spain. Si hay que ser coherentes, pues hay que dejarlo claro, incluso si es para inventariar cadáveres. O más aún, dado el altavoz mundial de los sucesos. El independentista no debe dejar pasar una oportunidad para hacer patria y procès. Ruin y aprovechado, pero coherente. Un gran hijo de su patria, bien mirado.

Sus declaraciones no sólo dan cierta repugnancia, sino que cobran el carácter de catetada. El mismo periódico donde se da cuenta del artero recuento de Forn informa de varios atentados islamistas más, en Finlandia y en Siberia, además de otros entre hermanos de religión en Nigeria o Burkina Faso. Pongamos crespones negros en la bola del mundo y concluyamos: mirarse el ombligo aprovechando que el terrorismo -el asunto humano más mundial junto a las finanzas, el cambio climático o la conexión a internet- es ruin y coherente, sí, pero también de un provinciano que espanta. Lo cual, hablando de nacionalismo, suele ir de suyo.

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