Ha causado estupor la sentida confesión de Antonio Hernández, portavoz del PSOE de antes y del de ahora, de su propósito (se supone que frustrado) de hacer a Pedro Sánchez padrino en el "bautizo civil" de su hija de tres meses, en aras de su "afecto enorme" por él. Contra tantas bromas y críticas por ese "bautizo aconfesional", me parecen bien todos los ritos por lo civil, porque en el hombre, por muy progresista que sea, hay una innata pulsión por lo sagrado, que rompe por cualquier parte, y mejor que se lo monten por su cuenta y riesgo que cometer un sacrilegio arrimándose a los sacramentos de una Iglesia en la que no creen. Rafael Alberti era el padrino por lo civil de Aitana Sánchez-Gijón. Acompañó al padre de la actriz al Registro Civil y, cuando hubo que inscribir el nombre de la criatura, lo dijo él. Pues vale.

En la política actual estos ritos son esenciales y hay que entenderlos, porque lo serán aún más a medida que la sociedad se siga descristianizando. De las declaraciones de Hernando, es más significativo lo del "afecto enorme" por Pedro Sánchez, al que ha apuñalado por la espalda, dándole la vuelta como un calcetín a su discurso, diz que por patriotismo y para evitar las terceras elecciones. De tal afecto, no tendríamos que dudar si recordamos a Bruto, el de Julio César de Shakespeare.

¿No dice Bruto igual lo del "afecto" tras haber apuñalado a César? Y nada en la obra nos hace dudar de la sinceridad del sentimiento. Escuchen a Bruto: "Si hubiese alguno en esta asamblea que profesara entrañable amistad a César,/ a él le digo que el afecto de Bruto por César no era menor que el suyo./ Y si entonces ese amigo preguntase por qué Bruto se alzó contra César,/ ésta es mi contestación:/ 'No porque amaba a César menos, sino porque amaba a Roma más' […] Porque César me apreciaba, le lloro;/ porque fue afortunado, le celebro;/ como valiente, le honro,/ pero por ambicioso, le maté".

Como demuestra Girard, la muerte de César fue un sacrificio religioso con todas las de la ley (pagana). Mutatis mutandis, eso ha sido la defenestración de Pedro Sánchez, donde Antonio Hernando, el del afecto enorme y la entrañable amistad, ha sido uno de los brazos ejecutores. "¿Tú también, hijo mío?", suspiró, casi literalmente Sánchez, el compadre proyectado. Tras aquel rito tan sangriento, por lo civil, siempre por lo civil, ¿a quién le extraña el bautizo laico, y lo que toque?

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