CATAVINO DE PAPEL

Manuel Ríos Ruiz

Salvador Dalí, veinte años después

EL pasado día veintitrés se cumplieron dos décadas de la muerte de Salvador Dalí. Su vida se extinguió en el hospital de Figueras, su ciudad natal, cuando contaba ochenta y cuatro años de edad. Y el tiempo no ha pasado por su fama, la llama o antorcha de su popularidad se mantiene encendida, en auge, porque continuamente se le recuerda en los medios de comunicación por diferentes motivos, ya sea por alguna exposición antológica o por el descubrimiento de falsificaciones de sus obras, algo esto último que a él no le importaba lo más mínimo, puesto que firmó láminas en blanco para poder ser imitado. Al menos se dice que las cobraba, puesto que en sus últimos tiempos su ambición comercial era patente, en opinión de sus marchantes y de sus íntimos amigos. "Yo soy el surrealismo", declaró ufano Dalí en cierta ocasión. Y Louis Aragón, el escritor francés y uno de los fundadores del surrealismo, afirmó: "El vicio llamado surrealismo es el empleo desordenado y pasional de la estupefactiva imagen, o más bien de la provocación sin control de la imagen por sí misma y por lo que ella conlleva en el dominio de la representación de perturbaciones imprevistas y de metamorfosis: pues cada imagen, en cada momento, te fuerza revisar todo el universo". Indiscutiblemente, Dalí con su cuadro generalmente conocido como "Los relojes blandos", responde a la transcrita teoría de manera total. En cierta ocasión le preguntaron: "¿Por qué los relojes blandos?" Dalí, irónicamente, respondió: "Lo importante no es que sean blandos o duros, sino que marquen la hora exacta". Su legado y su recuerdo, veinte años después de su muerte, se mantienen vivos, por diversas salas de arte del mundo entero y, sobre todo, por la Fundación Gala-Salvador Dalí, impulsada por él mismo, y en varios museos: La Casa-Museo de Port Lligat, el Teatro Museo de Figuras, donde está enterrado, y la Casa Museo Castillo Gala Dalí, en Púbol, donde el genio vivió como en clausura desde que falleció Gala, su musa de toda su existencia, aunque se sabe que hubo esporádicas infidelidades por ambas partes. Ahora, conmemorando los veinte años de se muerte, se ha colgado en el Museo Dalí de Figueras la obra más emblemática y famosa del artista inmortal: 'La persistencia de la memoria', que data de mil novecientos treinta y uno. Estará expuesta hasta el día dieciocho de marzo. Y también, en estos días, han aparecido nuevos libros sobre su vida y obra. Uno de ellos recopila sus textos publicados en la revista 'Oul', a lo largo de varios lustros. Y la misma Editorial Siruela, ha dado a la estampa los siguientes títulos: 'El camino de Dalí', de Ignacio Gómez de Liaño, y 'El fenómeno del éxtasis', de Juan José Lahuerta. En su 'Poema inacabado', Gabriel Ferrater concluye: "El surrealismo, usado/ con talento, es más realista/ que el realismo academicista". No puede haber mayor defensa del surrealismo que la del poeta catalán. Ni más significativo practicante del surrealismo que Salvador Dalí, porque si lo fue como pintor, cineasta, diseñador y escritor, también lo fue como persona, desde su fisonomía a su proceder humano, yendo de lo inteligente a lo estrafalario o estrambótico, pasando por el egocentrismo más epatante y teatralizado.

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