Seducidme

La mayoría electa de una parte de un Estado no puede tomar decisiones que afectan a todos

Necesidad personal no tengo ninguna, lo advierto. Para con los que quiero, estoy completamente seducido; pero los hechos y los argumentos me arrastran a este imperativo.

Los nacionalistas y, sobre todo, los que dicen que no lo son pero todo lo que dicen es a favor de los nacionalistas, ambos, aseguran muy serios que el resto de los españoles tenemos que seducir a los soberanistas. Lo retrataba, con una atractiva comparación, el catalán Cristian Campos: "'¿Qué ha hecho España para seducir a los catalanes?', dicen aquellos nacionalistas que se ven a sí mismos como una princesa a la espera del candidato más apuesto del torneo".

En cambio, en buena lógica, tendría que ser exactamente al revés. Por puro sentido del Estado de Derecho. En un artículo fundamental de Manuel Toscano, titulado "El imperio de la ley y la democracia", publicado en Letras Libres y disponible con una fácil búsqueda en Google, queda clarísimo. Merece la pena leerlo porque se inscribe en esa corriente que es de lo mejor que nos ha dejado el procés: los artículos que explican los principios de nuestro sistema político. En concreto y para lo que nos interesa ahora, explica el profesor Toscano, siguiendo la modélica sentencia del Tribunal Constitucional de Canadá sobre el Quebec, que, en un Estado de Derecho que organiza la división del poder político en diferentes niveles de gobierno, ninguna mayoría electa en cualquiera de esos niveles puede usurpar de forma unilateral poderes que corresponden al conjunto de la sociedad.

O sea, que los independentistas son los que tendrían que seducirnos al resto de los españoles, si quieren que España sea algo distinto de lo que ahora es. Seducirnos o asquearnos, es lo mismo, pero convencernos de que decidamos conforme a sus deseos particulares de largarse. De esa manera, podrían, en efecto, conseguir una independencia de acuerdo con el imperio de la ley y el Estado de Derecho que nos amparan a todos como ciudadanos libres. En buena ley, seducidos tenemos que ser nosotros. Es fácil de entender, pero se hacen los despistados y exigen ser seducidos ellos, con la táctica de los teros, aquellos pájaros de la pampa que "para esconder sus niditos/en un lao pegan los gritos/y en otro tienen los güevos". Lo tienen muy complicado porque nosotros ya estamos seducidos por la Cataluña que amamos y por tantos catalanes que no quieren que les dejemos solos ni vamos a hacerlo.

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