Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Sentimientos embotellados

El Grupo Emperador ha adquirido junto a González Byass la marca Domecq justo un año después de Fundador

Qué gran verdad es esa de que muchas veces tienen que venir desde fuera para hacernos ver lo que tenemos. Hace ahora un año se realizó una de las mayores operaciones de inversión que se recuerdan en Jerez. Con dinero contante y sonante, en serio y sin falsas expectativas. Por fin, una empresa aterrizaba en la ciudad decidida a apostar al margen de recalificaciones, intereses políticos o faroles a los que, por desgracia, estábamos tan acostumbrados en los últimos tiempos. El Grupo Emperador, con sede en Filipinas, un país que está tan lejos y a la vez tan cerca de nosotros, se hacía con los activos de la antigua Domecq (Beam Suntory) y daba una nueva vida, una nueva era, a una marca tan señera como Fundador.

En tan sólo un año, esta marca ha vuelto a ser parte de la fisonomía de la ciudad y ha recuperado su favor entre los jerezanos. Y justo un año después, por si quedaba alguna duda, la nueva propietaria, el Grupo Emperador, ha realizado, junto a González Byass, otra operación que devuelve a Jerez uno de sus símbolos perdidos: Domecq. Esta marca, y lo que lleva consigo, vuelve a Jerez después de años en manos de una multinacional que la guardó en un cajón. Más allá de marcas y nombres históricos, que se invierta en un mercado como el del vino de Jerez y el brandy debe ser motivo para la esperanza. Que grandes empresas multinacionales recuperen emblemas que parecían condenados a caer en el olvido demuestra que sigue habiendo vida para algo muy nuestro. La internacionalización, la globalización, no sólo tienen efectos negativos. Y sí, a veces tienen que venir de fuera a enseñarnos el potencial que tenemos y que, por desgracia, no hemos sabido valorar.

El pasado jueves, el director ejecutivo de Emperador, Joan Cortés, recordaba en el Foro Joly la historia del propietario de Fundador, el magnate filipino Andrew Tan. Cuando era joven y se licenció, su padre, una persona humilde, hizo un esfuerzo económico para comprar dos botellas de brandy Fundador y celebrar así un momento tan especial. Lo que probablemente para muchos jerezanos era algo sin trascendencia, para él era lo máximo. Hoy, su hijo es el propietario de la bodega que lo produce, de la marca, y también de Domecq. Un motivo de orgullo más allá del precio que ha pagado alguien que tiene capacidad para adquirir muchas y muchas veces Fundador y Domecq o lo que se le ponga por delante. Porque en la vida hay algo más importante que el dinero y son los sentimientos, que no tienen precio.

La 'nueva era' va en serio. De manera callada y sencilla, Andrew Tan lo está demostrando al devolverle la vida y su personalidad a una bodega de Jerez que había quedado desdibujada en el mapa del olvido, y también devolviéndole la ilusión a unos empleados y a un sector que vivía años anestesiado. Ojalá que se contagie esa cultura del esfuerzo y que su empuje, solvencia y potencial sirvan para que Jerez recupere el respeto y la autoestima perdidos, valores tan necesarios en estos tiempos.

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