¿se acuerdan ustedes de cuando en nuestro país existían muchos - pero que muchos problemas -? El paro, la corrupción, los contratos basura, los infinitos desenlaces esquivos de la sociedad y un montón de cosas más que subvertían el normal transcurrir de una existencia con verdaderas necesidades. Todo esto ha quedado suspendido, atemperado, aparcado y en estado como de somnolencia. En España todo se reduce a Cataluña, a sus incongruentes políticos, a sus patéticos gobernantes, ávidos de pasar a una historia que no se merecen y que, a pesar de todo, les va a proporcionar una gloria que, aunque a contracorriente y por sus espurios intereses, les hará ser recordados. Probablemente su ineptitud, su inconsciencia, su descaro y poca vergüenza les ha llevado a ser lo que son y a poder conseguir esa notoriedad que, de otro modo, jamás conseguirían. También en este Jerez de pasiones desmesuradas e incontrolables, los problemas que hacen sonrojar han quedado detenidos entre imágenes de banderas estrelladas e inquietudes ciudadanas. La absoluta escasez de luces de los que mandan en nuestro Ayuntamiento y la de sus mentores interesados en la sombra, lo mínimo de sus actuaciones y lo máximo de sus errores, la poca fortaleza de sus acciones pasan desapercibidos en estos momentos de desasosiegos aplastantes. Miren ustedes si todo está supeditado a los desmanes de Puigdemont, Junqueras, Forcadell y sus muchos secuaces que hasta la Carrera Oficial y sus mentores se ven diluidos bajo el manto de las incongruencias independentistas. Ni siquiera la patada en la trasera - trasera de paso, claro está - al bueno de Miguel Perea ha tenido excesiva repercusión ciudadana en este Jerez inciensado y mecido de costero a costero. Y esto sí nos hace pensar que la cosa es grave y preocupante.

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