HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Tierra ocupada

LAS noticias raras y curiosas de los periódicos tienen enjundia. Nos cuentan realidades aparte y despiertan un interés fugaz y, en muchos casos, una leve sonrisa de comprensión inteligente. Cuando el asunto sobrepasa la simple rareza, nos basta un encogimiento de hombros y pasar a la página siguiente. Al Qaeda y sus foros afines claman por la invasión y conquista de Al-Ándalus por segunda vez, volver a los territorios musulmanes andalusíes del siglo XV e imponer la ley islámica. Están torpes. Puestos a pedir imposibles, podían reclamar los territorios invadidos por los bereberes norteafricanos a finales del siglo VIII, no sólo se quedarían con casi toda la actual España, incluido Portugal, sino con un pellizco sustancioso de Francia. Las fantasías no deben tener más límites que los impuestos por la imaginación y, en cuanto a las crónicas e interpretaciones de la historia, cada cual es muy suyo de confundir a Carlomagno con Alejandro Magno y al conde Olinos con Hefestión. La anacronía y la ucronía son muy antiguas y no carecen de gracia, lo mismo que la historia ficción.

El éxito está en insistir. Lean sobre el nacionalismo vasco y verán cómo de una leyendas escritas por el vasco francés Joseph-Augustin Chaho, cuando en la época romántica se pusieron de moda, se han hecho tradición e historia vascas. Unamuno combatió infructuosamente el despropósito de hacer pasar las leyendas por historia, pero sólo consiguió que los nacionalistas lo consideraran un mal vasco y un traidor a su patria. La Historia es muy atractiva y entretiene como una buena novela, pero la invención histórica es más atractiva aún. En una novela del prolífico Manuel Fernández González, el Cid Campeador ve aparecer por el horizonte las agujas de la catedral de Burgos antes de que se construyera. No nos parece mal en un libro que no es de historia, incluso queda más bonito que un Burgos perdido en la estepa castellana sin la gloria de su catedral. Ahora bien, si la novela susodicha se presentara como historia verdadera, su autor sería un mentiroso y un caradura sin crédito.

El mundo está lleno de gente rara y curiosa, de locuras extraordinarias que dan pie a noticias divertidas: hay una asociación para defender que la tierra es plana; otra, riquísima, para demostrar que la Biblia se puede leer letra a letra sin que exista la menor contradicción entre los sucesos que relata y los reales; hay agentes de los alienígenas que nos trasmiten sus mensajes; hay universidades creacionistas para echar abajo la teoría de la evolución de las especies, ¿por qué no una corriente que quiera recupera Al-Ándalus para los musulmanes y la tenga por tierra arrebatada y ocupada por los cristianos? La imaginación es libre; los delirios, libérrimos. Si merece la pena pensar en tal desvarío, sería sólo por la fantasía de imaginar a la secta feminista en la clandestinidad.

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