La Tierra es plana

Miles de personas cultivadas se oponen a los antibióticos porque creen que son inventos maléficos de la industria farmacéutica

Aunque cueste creerlo, ahora mismo hay en el mundo miles de personas educadas -muchas de ellas en posesión de un título universitario- que creen que la Tierra es plana. A uno de estos escépticos -un youtuber famoso-, el astronauta Pedro Duque le tuvo que enviar un mensaje por Twitter asegurándole que la Tierra era redonda porque él -astronauta al fin y al cabo- la había visto desde su nave espacial. El escéptico tierraplanista -perdonen el neologismo- no se lo creyó. Respondió que lo que decía el astronauta era sólo una opinión, y cualquier opinión era tan válida como otra.

Hay otros muchos casos igual de absurdos. Cientos de miles de personas en todo el mundo están en contra de las vacunas y de los antibióticos porque piensan que son inventos de las grandes corporaciones farmacéuticas que sólo pretenden esclavizarnos. Y quienes piensan así no son campesinos analfabetos de Birmania o de Bolivia, sino ciudadanos de países desarrollados que han recibido una buena educación. Muchos de ellos son -insisto- licenciados universitarios, pero han sido educados en los principios del relativismo que les lleva a dudar de todos los conocimientos científicos refrendados por los expertos. Para esta nueva clase de escépticos, sólo ellos tienen derecho a decidir qué es verdad y qué es mentira. Y llevados por esa combinación diabólica de relativismo, narcisismo y odio a las élites -políticas, económicas, científicas- que se ha apoderado de nuestra sociedad, están convencidos de que las vacunas y los antibióticos son inventos maléficos concebidos por las grandes corporaciones capitalistas. El resultado de estas nuevas supersticiones es que ahora mismo hay más casos de sarampión en Estados Unidos que en Tanzania.

Freud habló del "malestar de la cultura", esa extraña anomalía psíquica que llevaba a los seres humanos más civilizados a añorar la vida primitiva de los pueblos salvajes. Pues bien, parece que ese malestar de la cultura se ha instalado entre nosotros. Cuanto más sofisticada es la persona, más tiende a creer en paparruchas y en fórmulas políticas delirantes. En Cataluña, por ejemplo, los más firmes creyentes en las patrañas del independentismo son los ciudadanos mejor educados y con un mayor nivel cultural. Es triste reconocerlo, pero así están las cosas. Vamos retrocediendo.

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