HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Tribunales para la política

Como no se pongan de acuerdo los dos grandes partidos políticos españoles para solventar sus diferencias en el Congreso y el Senado, salvo casos graves y muy graves de delincuencia, vamos a tener peor imagen de las Cortes de la que ya tenemos: unos diputados y senadores cuya principal función es votar según las indicaciones del partido. Pertenecerán a comisiones, intervendrán algunos en la tribuna y llevarán una vida silenciosa y bastante anónima en cada legislatura. Hay dos razones principales para las persecuciones de unos a otros: en tiempo de crisis la gente vive peor y se cabrea si un cargo público roba, y en tiempo de prosperidad le importa bastante menos, incluso, si vive con desahogo, es comprensiva con la rapiña y la avaricia; la otra razón es la neurosis del empate entre los dos partidos mayoritarios, o el que no se distancien mucho uno de otro en la intención de voto. El sistema neurovegetativo es traicionero.

Otra razón se nos ocurre: las alianzas diabólicas con los nacionalismos, que no traerán más que problemas, tendrá el doble efecto de dar y quitar votos, y los técnicos e ideólogos, si es que estos últimos existen aún, habrán hecho cuentas. Si salen a favor, se aliarán con el nacionalismo más reaccionario. Es sabido de todos que cuanto menos metros cuadrados tiene una recién nacida nación, más reaccionario es su nacionalismo, porque lo malo se concentra y lo bueno se diluye. Los inventores de la democracia previeron también la forma de saltársela sin que dejara de ser democracia. Sea como fuere, los políticos se verán obligados a poner coto a la política en los tribunales, a cambiar la Ley Electoral para poner en su sitio, por el número de sus votantes, a los nacionalistas, y a discutir los asuntos de España en las Cortes para que nos enteremos de viva voz de nuestros representantes y no por los periódicos.

Es preciso hacer cuentas también para tener una idea de hasta dónde puede llegar la lucha política buscando cargos públicos corrompidos. Quitemos los del Gobierno y los de las Cámaras, más visibles y controlables, ¿cuántos cargos regionales y provinciales, alcaldes y concejales tienen los dos partidos principales en España? Deben ser muchos y no todos modelos de virtus romana. Puestos a buscar a los que hayan hecho algo reprobable aprovechándose de su puesto, se acaban encontrando. Las primeras planas de los periódicos dan una imagen irreal de la sociedad: parece que nos gobiernan salteadores de caminos. Lo peor de esta estrategia es que cuando un asunto se repite en la prensa causa cansancio y desinterés, aunque descubran cada semana un patio político de Monipodio, y termina por parecer la normalidad. La consecuencia de la persecución entre partidos es mala: las personas con prestigio profesional desdeñan la política y dejan vía libre a logreros y trepas para ocupar los puestos.

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