Turismofobia y veraneofilia

Confieso que fui pionero de la turismofobia, con la disculpa de que intenté redimir al turismo por elevación

Me temo que la CUP me copia. Fui un pionero de la turismofobia, qué bochorno. Algunas frases de un artículo de 2005 no me dejarán mentir:

"En contra de las apariencias, las aglomeraciones y los atascos, la gente va dejando de veranear y se larga a recorrer mundo por ahí. Las ofertas de billetes de avión, el desasosiego moderno, la publicidad de las agencias de viajes y las ganas de epatar a la vuelta a los compañeros de oficina con un sinfín de fotos son los motivos principales de la decadencia del veraneo tradicional. El turismo resulta, más que nada, inútil, porque te tiene corriendo de acá para allá, sudoroso y mal vestido, comiendo a salta de mata, devastando el territorio, desconcertado, sin aprender, creyendo que sí. Me contaban unos turistas que, cada noche, en un hotel distinto, tenían que recordar, ayudándose del programa del viaje, los inolvidables paisajes que visitaron ese día".

En mi disculpa alego que, en vez de prohibiciones, impuestos, insultos y sabotajes como la CUP y Podemos, ya propuse entonces superar el turismo por elevación: con el veraneo. Sugerí:

"El veraneante, en cambio, es la antítesis de la prisa. Termina conociendo la zona por ósmosis. Intima con los indígenas y nos convence del privilegio que supone vivir aquí todo el año. No hace fotos porque para qué: volverá a ver el mismo sitio todos los veranos. Al cabo de un tiempo, él mismo se convierte en otro atractivo local y se le espera con ilusión, sobre todo a sus hijas. Está integrado en el ecosistema y en los flujos migratorios: cuando aprieta el calor, regresa con su familia a ocupar el lugar de los correlimos, esas graciosas limícolas que juguetean en invierno a pespuntear las olas y las mareas. Se dedica a la contemplación, a las buenas lecturas, a las relaciones humanas profundas, al deporte ligero y a arreglar el mundo en una cena (de peces) con amigos. Lleva una vida noble parecida a la de los contertulios de Platón".

Doce años después pienso lo mismo, aunque ya no lo digo. Ahora, al que me cuenta que quiere hacer turismo, le animo vivamente a irse, por ejemplo, a Barcelona. Tengo mis razones. Además, a los imitadores, que son los que nos sacan los defectos -como advertía JRJ-, hay que darles esquinazo cuanto antes, y más si son de la CUP & cía. Para los irreductibles veraneantes que resisten todavía y siempre al turismo, no tengo más que palabras de bienvenida y admiración.

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