La torre de la Catedral de Jerez se muestra como uno de los escasos restos, y desde luego el de más entidad, de la primitiva Colegial, erigida en época medieval y derribada casi en su totalidad para levantar el edificio actual. Es una construcción tardogótica, de finales del siglo XV, aunque reformada en el XVIII. Su esbeltez, su sobria mezcla de estilos o su distintiva separación del templo del que sirve de campanario le otorgan personalidad. Se trata además de un elemento característico del paisaje y del perfil urbano de la ciudad histórica. Todos estos valores deberían ser suficientes para una debida protección. Sin embargo, hoy sirve como valla publicitaria, improvisada y de lujo, para una enorme pancarta que anuncia la celebración de una exposición, "Limes Fidei", que se clausuró nada menos que en Marzo de 2015. Dos años de inutilidad parecen un tiempo excesivo. Desde aquí dediqué en su día buenas palabras a dicha exposición, en la que incluso tuve el honor de colaborar, pero lo oportuno de la iniciativa no justifica este recordatorio perenne, que transmite también a nuestros visitantes una evidente imagen de dejadez. Lo peor de todo es que este tipo de cartelería de gusto dudoso, elaborado con resistentes materiales firmemente anclados en muros centenarios, se ha puesto de moda desde hace algún tiempo y han gustado tanto en los ambientes eclesiásticos y cofradieros locales que no hay efeméride y hasta proyecto de restauración que no haga uso de él para luego, pasado su pretendido sentido original, formar parte de fachadas que, más que embellecer, altera, y se convierte en una verdadera contaminación visual de presumible incumplimiento normativo.

Una vez más, les invito a recorrer el centro. Comprobarán que los últimos vientos pasaron de largo por estos grandes carteles, firmes en su ruda terquedad.

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