EL nacimiento en Sevilla del primer bebé español seleccionado genéticamente para salvar a su hermano mayor de una anemia congénita que le obliga a continuas transfusiones de sangre y sólo le da 35 años de esperanza de vida ha provocado ya un debate social. Opinan los detractores del diagnóstico preimplantacional -autorizado por ley en 2006- que es denigrante para la dignidad del ser humano "haber sido seleccionado como ganado"; que los avances científicos permiten otras alternativas éticas y que es moralmente reprobable congelar o destruir los embriones desechados. Debemos preguntarnos qué es más digno: si utilizar los avances científicos para seleccionar a un potencial ser humano sano y que además va a poder ayudar a salvar la vida a su hermano o, por el contrario, dejar actuar a la Naturaleza con el riesgo de que Javier, que así se llama el bebé, hubiera nacido con la misma enfermedad hereditaria y por tanto tener dos condenados a muerte a un plazo máximo de 35 años . ¿Qué pesa más en la balanza? Por otra parte, aunque haya nuevos avances que permiten otras opciones -la congelación del cordón umbilical como reservorio de células-madre-, en este caso la única forma de salvar la vida de Andrés -el hermano, de 6 años- era mediante el nacimiento de una persona con un perfil genético idéntico y libre de la enfermedad. Es cierto que Javier ha nacido para salvar a Andrés, y lo ha hecho por que sus padres lo han querido así -fueron ellos quienes buscaron a los médicos y no viceversa- y para que sea dador de vida. ¿Hay algo más hermoso que salvar de la muerte a alguien de tu propia sangre? Como ha dicho otra madre en una situación similar, va a querer a su nuevo hijo por sí mismo y, además, porque de no tenerlo no lo tendría ni a él ni al hermano, que morirá irremisiblemente sin la donación de las células sanas del que viene al mundo. Reducir a estos niños al apelativo de bebés-medicamento nos parece una aberración, pues nunca fueron más deseados por sus padres y no son fármacos de usar y tirar. Ahora bien, el diagnóstico preimplantacional debe ser usado con los máximos controles legales y de forma excepcional como en este caso, ya que su generalización por razones económicas o de otro tipo derivaría en una pura eugenesia y en la cosificación del ser humano.

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