No doy crédito a la noticia de que en Francia se va a restablecer el servicio militar obligatorio. Al parecer, esta propuesta formaba parte del programa electoral de Macron y éste, una vez llegado a la Presidencia de la República, está dispuesto a sacarla adelante. Sería curioso que esta promesa se llevara a cabo, cuando rara vez un político cumple su programa electoral. Y cuando las barbas del país vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar.

Nada más pensar que pudiese volver la mili a España me echo a temblar. No soy antimilitarista y valoro a las Fuerzas Armadas, pero padecí los quince meses de servicio militar obligatorio allá por 1979 y les puedo asegurar que ha sido el peor año de mi vida. Cuando leí la obra de Muñoz Molina Ardor guerrero, pude comprobar que la experiencia no era una invención mía, sino la vivencia de muchos. La mili de Muñoz Molina fue la mía, con la única diferencia de que él estaba en Vitoria con destino administrativo y yo en Barcelona como soldado médico.

Estoy convencido de que a muchos les parecerá magnífico, que la juventud está excesivamente cómoda, que no da golpe y que no valora nada. Más de una vez oímos que la mili era una oportunidad para salir de casa, para hacerse un hombre y para servir a la patria. Puestos a pensar así, que el Estado le pague a los que lo necesiten un mes en Punta Cana, pero a los demás que nos dejen tranquilos. Para aprender y acabar con el analfabetismo que aprovechen bien el elevado gasto en educación. Para hacerse un hombre no basta con la mili; yo allí no aprendí nada bueno, al contrario, más de uno iba bien y salió tarado de semejante despropósito. Y para servir a la patria, en vez de recoger colillas y limpiar letrinas que se vayan a los hospitales y geriátricos a echar una mano.

Además de un gasto insostenible, la utilidad y operatividad eran nulas. La mayoría de los soldados no sabíamos ni cargar el cetme y lo tendríamos que utilizar para dar garrotazos. La profesionalización de las Fuerzas Armadas es fundamental para su preparación y eficacia, más en los tiempos que corren. Mucho habrá cambiado el Ejército desde entonces, no lo dudo. La gente tiene tendencia a olvidar, a mitificar, y son muchos los que recuerdan la experiencia con agrado, pero en su interior saben que no fue así. Mi recuerdo de la mili se resume en dos palabras de indudable raigambre cuartelera: puteo y escaqueo.

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