Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Zambombazo

Estamos ante un reclamo de primer orden y un producto que ya conforma una de las principales fiestas de la ciudad

Se veía venir de lejos. La Navidad en Jerez, que siempre se ha vivido de una forma muy especial -entendiendo por 'especial' que viene mucha gente a la ciudad en esta época del año-, se ha convertido en un fenómeno turístico de primer nivel. ¿La culpable? La zambomba. Sí, ese instrumento que paradójicamente no se ve en muchas de las celebraciones que llevan su nombre, atrae a miles de personas estos días sin que de momento parezca existir límite.

En muchos casos, las zambombas son la excusa perfecta para salir a la calle y vivir, a pesar del frío o precisamente por ello, una fiesta que adopta tantas formas como se pueda imaginar, en las que a veces el elemento gastronómico está por encima del musical o viceberza con pringá, otro elemento consustancial al fenómeno.

La regulación municipal de esta fiesta, a través de un bando que limita su celebración en lugares públicos a unas fechas y unos horarios, no ha hecho sino alimentar el interés del público y el crecimiento de citas en su nombre, muchas de ellas espectáculos con servicio de copas. La declaración de Bien de Interés Cultural hace un par de años -junto con la zambomba de Arcos- le dio una protección que se ha traducido en una mayor publicidad, aunque no siempre en una mayor exquisitez.

La zambomba es hoy en Jerez un reclamo turístico de primer orden, equiparable ya, sin exagerar, a la Feria del Caballo. Un producto que genera un movimiento económico más que considerable que se traduce en beneficios durante dos o tres semanas para muchos establecimientos hosteleros y para muchos artistas que estos días tienen repletas sus agendas. Y sorprende que haya quien se raje las vestiduras por ello. Debería ser al contrario. Por fin hemos encontrado en esta ciudad una forma de romper la estacionalidad turística y convertir diciembre en el agosto que tienen las poblaciones de la costa. No podemos sino dar saltos de alegría al ver que ya vienen autobuses desde diferentes puntos de Andalucía para pasar un día en el Jerez de la Navidad. Un turismo de todo tipo que no es nada desdeñable en estos tiempos.

Por supuesto, lo que hay que intentar es que ese visitante repita uno y otro año, cada vez con más ganas, porque lo que se ha encontrado aquí ha sido de su agrado. Porque, efectivamente, hay de todo. Desde zambombas auténticas a pie de calle, espontáneas hasta cierto punto, sin megafonía y con elementos gastronómicos básicos, a auténticos mamarrachos que atraen al turista de botellón por la calle. Lo importante es que quienes vienen a Jerez estos días buscando zambombas como si fueran pokemon sepan diferenciarlas y, sobre todo, que puedan encontrar un producto genuino porque hay una oferta suficiente dirigida en este sentido y no en el otro.

Ni siquiera un alumbrado extraordinario escasito -y tristón por zonas- frena el aluvión de estos días. Lo que demuestra que quien viene a vernos busca otras cosas. La obligación de todos los jerezanos es cuidar que la Navidad de Jerez siga siendo atractiva por los siglos de los siglos.

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