Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Allí abajo

Susana Díaz, como María León, se va al norte; Patxi López, como Jon Apaolaza, se va al sur. Pedro los espera

Es como un epílogo de Allí abajo, la serie de televisión que triunfa al rebufo de Ocho apellidos vascos. Como María León, la hija de Carmina, Susana Díaz también se fue hacia el norte, pero se quedó en Madrid. Y como Jon Apaolaza, Patxi López quiere bajar del País Vasco, pero se quedará muy cerca de donde emuló a Pipino el Breve en su efímera etapa de presidente del Congreso de los Diputados. No llegará hasta Sevilla, como el equipo de la serie, a rodar en el Palacio de Monsalves habilitado como hospital, el mismo espacio donde José Rodríguez de la Borbolla ubicó la sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía. Patxi no se cruzará por esos pasillos con Inma, limpiadora ocasional que en realidad regenta el bar La rosa de San Gil junto al arco de la Macarena.

Ni allí abajo ni allí arriba. Justo en el medio, como la bodeguita de La Habana, en ese centro geográfico que cautivó al viajero Cees Noteboom cuando buscando el camino de Santiago encontró en Chinchón, la patria de José Sacristán, lo más parecido al paraíso. Susana y Patxi en la tierra del ex concejal y ex diputado Pedro Sánchez Castejón, a quien sólo le falta una tercera derrota electoral para igualar con el Atlético en finales continentales perdidas. Ha perdido tantas elecciones como finales del Mundial perdió Holanda, como Alfonso Grosso el premio Planeta. Y Ferraz quiere ganadores, no aquel adagio de Víctor Espárrago: jugamos como nunca, perdimos como siempre.

La del Tardón nunca llega tarde. Los últimos serán los primeros. Con el músculo de 22 años de mando en plaza en la Moncloa (catorce de Felipe, ocho de Zapatero), quiere ser Susana la que logre lo que el destino le negó a Hillary Clinton, ser la primera mujer en la presidencia de un Gobierno de España. El pulso interno y externo, centrípeto con los suyos, centrífugo con los adversarios, puede ser una carambola que consiga dos alternancias: la vuelta del socialismo a la Moncloa y el estreno del centro-derecha en Andalucía, con una izquierda huérfana de su última referencia de liderazgo y con el ánimo contrito por las expectativas procesales de quienes la precedieron en el palacio de San Telmo.

Dos hombres y un destino llamado Susana Díaz en el papel de Faye Dunaway. Ni abajo ni arriba. Al centro y para dentro.

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