LA extraordinaria fase de expansión de la economía mundial parece tener su fin, aunque algunos economistas augurasen la desaparición de los ciclos económicos. En la última década la economía mundial ha crecido como nunca en la historia, lo que ha permitido que países emergentes se incorporen al escenario internacional y que se reduzca la pobreza en el mundo.

En España, el ciclo expansivo ha sido notable. El PIB ha aumentado de forma continuada en un contexto de estabilidad macroeconómica, hemos convergido con Europa en renta por habitante hasta superar a Italia, se han creado más de siete millones de empleos, hemos recibido a millones de emigrantes y muchas empresas españolas se han internacionalizado, operando sin complejos en la economía global.

Pero en las últimas semanas los indicios de crisis se suceden cada día: graves dificultades de instituciones financieras, desplome de los indicadores inmobiliarios, aumento del paro, rebrote inflacionista, reducción de la facturación de diversos sectores, etc., hasta que instituciones reticentes a reconocer el deterioro de la situación económica, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco de España, han emitido esta semana dos informes en los que se recortan significativamente las previsiones de crecimiento.

El día 2 se filtró un informe del FMI que valoraba las posibilidades de recesión mundial en un 25%, y recortaba las previsiones de crecimiento para 2008 desde el 5,2% pronosticado el pasado julio hasta el 3,7%. Y ello gracias a los países emergentes, pues Estados Unidos se encontrará probablemente en recesión en este semestre y como mucho el PIB aumentará un 0,5% a lo largo del año. Algo mejores son las previsiones para la zona euro (1,3%). No obstante, muchos expertos consideran conservadoras estas previsiones, como Rodrigo Rato, que ha afirmado que nos encontramos ante la crisis "más importante desde los años treinta", o Alan Greenspan, que cree que esta crisis es "la más dolorosa desde la II Guerra Mundial".

El origen de la crisis hay que situarlo en 2001, cuando la suma de los efectos del 11-S y el derrumbe de las cotizaciones de muchas empresas puntocom propició una política monetaria expansiva de la Reserva Federal de Estados Unidos con un aumento de la liquidez y rebaja de los tipos de interés, lo que produjo un notable incremento del endeudamiento concentrado en la compra de viviendas, favorecido además por hipotecas subprime destinadas a personas poco solventes. Para mejorar sus activos, las instituciones financieras norteamericanas titulizaron estas hipotecas y las colocaron en los mercados internacionales. Cuando los precios de las viviendas empezaron a bajar y los morosos a abundar se produjo la crisis financiera y se pusieron en evidencia otros créditos soportados por activos poco seguros, generando un pánico financiero y la consiguiente restricción de liquidez. Pero sobre la crisis financiera se han superpuesto otros factores que están propiciando su extensión y complejidad. Entre ellos destacan las tensiones inflacionistas derivadas de la creciente demanda de las economías emergentes y los rebotes proteccionistas de países productores de energía, alimentos y metales, lo que puede conducir a una estanflación como en la década de los setenta del pasado siglo.

Por su parte, el Banco de España presentó esta semana un informe de proyecciones de la economía española en el que rebaja el crecimiento para este año al 2,4% y al 2,1% para 2009, en la que se contempla la recesión del sector inmobiliario, ligera desaceleración de la inflación, mantenimiento de las necesidades de financiación externa del 10% del PIB y aumento del paro. Estas previsiones, realizadas con la información disponible hasta el 7 de marzo, parecen optimistas, pues algunos de los supuestos sobre los que se apoya son bastante discutibles, como el descenso de los tipos de interés, el ligero aumento de los precios del petróleo, el aumento de las exportaciones o el mantenimiento del superávit presupuestario en el 1,2% del PIB, a pesar de la reducción de la recaudación de algunos impuestos y el aumento de los subsidios de desempleo. Por todo ello, parece probable que el crecimiento de la economía española sea inferir al pronosticado por el Banco de España.

Panorama complicado, por tanto, pero no es el fin del mundo. Es simplemente una crisis económica que va a generar costes sociales. De lo que se trata es de abordarla razonablemente y adoptar las actuaciones pertinentes. Tanto por parte de las empresas, como de las Administraciones Públicas y los ciudadanos. Para ello disponemos de una amplia experiencia histórica, de instituciones económicas más cualificadas y de una base económica más sólida que en el pasado.

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