Vivimos unas jornadas que dentro de unos años nuestros hijos y nietos estudiarán en sus libros de historia, para entonces, espero que el mismo libro de historia, y con el mismo relato. Hoy no sólo se estudia una historia particular en cada Autonomía, si no en muchos casos detestando nuestro pasado común. La declaración del 155 es un paso, importante y necesario, pero sólo iniciático. Si todo se queda en una intervención para destituir a los golpistas- que no es poco-, y convocar elecciones, nos estaremos equivocando como país. El germen del auge nacionalista es la deserción nacional a construir un proyecto común, por desidia, por complejo o por incompetencia; los separatistas han ganado un espacio inadmisible, porque el resto se lo hemos permitido, con buena intención si se quiere, para que se sintieran integrados. Vista la revuelta en Cataluña, y las durmientes en País Vasco, Valencia o Baleares, el 155 debe ser el principio del golpe de gracia a esta lacra nacionalista. Esta batalla política y espero que pacífica, no se plantea en exclusiva contra el nacionalismo, sino contra todos los que persiguen el mismo objetivo, aunque no sean separatistas. Con PDcat, CUP y Esquerra, se alinea Bildu y ETA, PNV, Nafarroa Bai, Podemos y todas sus marcas regionales y locales, Mareas varias y parte de un PSC partido e infectado por el virus pancatalanista. La lucha de los constitucionalistas es a favor de la igualdad de todos ante la ley, ante una norma que nos ha dado las mejores décadas de paz y prosperidad de nuestra historia. No lo duden, el separatismo y la extrema izquierda quieren acabar con ella; no para construir una nación más próspera, sino para desgajarla y quedarse con sus pedazos. Su proyecto solo trae pobreza y aislamiento. Bienvenido este 155, y si ahora se empieza a aplicar el Código Penal, de lujo.

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