HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

El amor educado

La fiesta de los enamorados, muy antigua y no, como se cree, un invento comercial moderno, estaba dedicada a los jóvenes en edad de enamorarse por primera vez, y solo a ellos, un sentimiento irreprimible para el que no vale la experiencia ajena porque cada ser humano parte de cero. Nadie le puede enseñar a otro a enamorarse. Por extensión, y esto sí es comercial, se incluyeron en la celebración matrimonios, novios y parejas de todo pelaje, amén de quienes creen estar enamorados por no tener referencia de un enamoramiento verdadero, o los que confunden otros afectos con el arrebato amoroso, que nubla la mente, pone en ridículo y conduce a abandonarlo todo por una persona desconocida, sin más mérito que el habernos provocado en el cerebro una reacción química incontrolada. Si este tipo de amor enloquecido se mantuviera en el mismo nivel durante mucho tiempo, la especie humana se habría extinguido por falta de raciocinio.

Es más bonito creer en el amor arrebatado y eterno que reconocer la incapacidad humana para mantenerlo; pero igualmente bueno, más que bonito, es el amor sereno, cómplice y protector que hace a muchas parejas vivir juntas toda la vida. Si algunas especies de ratones y aves son monógamas, ¿por qué el hombre, con algo de voluntad en el empeño, va a ser menos? Ni los enamorados por trampa natural, ni quienes alcanzan la dicha de los ratones, necesitan celebrar nada hoy. El amor es autosuficiente y huye del gregarismo. Educa más para el amor el testimonio de los desengañados que los ensayos teóricos de quienes quieren explicarlo desde fuera. Si supiéramos, como diría Edgar Neville, que convivir es el arte de vivir con quien no se puede vivir, y que los novios son marido y mujer disfrazados de buenos, no exclamaríamos luego como Marlene Dietrich: "¡Si pudieras marcharte ahora y volver hace diez años!"

Los estudiosos del comportamiento humano, que nos es sino el de un animal suavizado y educado por la moral, religiosa y civil, y las costumbres, cambiantes con los tiempos, han escrito tratados y ensayos voluminosos para intentar aprehender lo que se escapa o, con suerte, se coge por los pelos. Tanto el amor efervescente como el sosegado son personales. Las teorías no carecen de interés y algo enseñan, aunque nada a quienes viven un amor apasionado. La aberrante educación sexual de los colegios enseña a usar el aparato reproductor, de la misma manera que la educación dietética enseña a alimentarse con orden; pero del amor, y sobre todo del erotismo, propiamente humano, y del paladar, no enseñan absolutamente nada porque son personales. Para no desanimar, cito de memoria unos versos sin recordar al autor: "Las dos cosas más importantes del mundo son la guerra y el amor. Como no sabemos cuándo acabará la guerra, hablemos del amor, vida mía."

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