COn aire vanidoso, una sonrisa torcida bajo su cresta engominada y en su mente una frase: ya lo sabía. Así recogió Cristiano Ronaldo el premio FIFA World Player que le acredita como el mejor jugador del mundo en 2008. El galardón en cuestión tiene más importancia que el Balón de Oro, entre otras cosas porque éste lo entregan los propios seleccionadores y no los corresponsales de la publicación francesa. El caso es que, por engreído que pueda parecer, el portugués ha sido el mejor del año, el más completo, el que más títulos ha ganado, el que más camisetas vende, el icono mundial, el ejemplo a seguir del sueño americano para cualquier chaval humilde que comience a dar patadas a un balón en Madeira, el Algarve o Extremadura. Actualmente, no creo que nadie tenga dudas de que Messi es el más decisivo, pero en 2008 las lesiones no le dejaron brillar con tanta consistencia como a Ronaldo. Su prepotencia no debe hacernos olvidar que estamos ante un futbolista atlético, poderoso en el juego aéreo, vertical con el balón en su poder y tremendamente certero de cara a portería. El pasado año devastó la Premier y la Champions a base de goles que ahora le devuelven una cosecha dorada. Fernando Torres ha sido el tercero más votado, con lo que, por esta vez, las clasificaciones de los dos galardones más prestigiosos del mundo a nivel individual han sido exactos. Los otros dos finalistas: Kaká y Xavi Hernández, son probablemente mucho más elegantes y casi igual de decisivos, pero ni el Milán ni el Barcelona han ayudado en 2008 a sus logros.

Fastidia sobremanera que precisamente el año en que la selección española ha arrasado en Europa, el Manchester United se haya puesto en plan gallito, acaparando títulos individuales. Más si cabe viendo las salidas de tono de su entrenador, Sir Alex Ferguson, bastante crecido últimamente y empeñado en encontrar conspiraciones en Rafa Benítez, Ramón Calderón y hasta Franco.