Postdata

Rafael Padilla

El año que viene

Ados días del inminente 2008 será útil consultar la agenda de lo previsto -de lo imprevisto ya se encargará el azar- en un año que se nos anuncia repleto de circunstancias determinantes para nuestro próximo futuro. De entrada, es año olímpico. En agosto y en Pekín se celebrarán los Juegos de la XXIX Olimpíada, verdadera puesta de largo de una China que espera el reconocimiento universal como potencia hegemónica de Asia. Conscientes de su retraso económico, las autoridades chinas aspiran a convertir a su país en los Estados Unidos del Oriente, eclipsando a actores tan destacados como Japón, India o Corea, y propiciando un mundo bipolar en el que, frente a nuestra democracia liberal, triunfe, con idéntica legitimidad, el capitalismo autoritario, un modelo que aseguran más acorde con sus propios valores.

A principios de noviembre, además, el trono de la Casa Blanca tendrá nuevo usufructuario. Nadie ignora que el elegido ejercerá una influencia decisiva en el destino inmediato del mundo. De su belicosidad dependerá la paz de todos. De su talento e iniciativa, el ritmo de una economía que cierra el ejercicio del 2007 con fiebre alta y pronóstico reservado. De su habilidad diplomática, en fin, el buen rumbo de conflictos enquistados que empiezan a manifestarse en el corazón mismo de nuestras calles.

Mucho antes, en marzo, España y Andalucía habrán de decidir el color y el poder efectivo de sus gobernantes para los siguientes cuatro años. Tras una legislatura plagada de ocurrencias varias y de medidas decorativas, de las elecciones generales debería salir un gobierno capaz de encarar los gravísimos asuntos aplazados hasta ahora: una estrategia antiterrorista unívoca y consensuada; el cierre coherente, previa reforma constitucional pactada, del sistema de distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas; una respuesta eficaz -pasó la hora de la demagogia- a problemas tan acuciantes como el del agua o el de la vivienda; el fin de la larguísima juerga educativaý Magníficos propósitos que, me temo, naufragarán otra vez a causa de una ley electoral que estúpidamente entrega la llave de nuestra gobernabilidad a los que no tienen el menor interés en España. Para las autonómicas andaluzas, los meteorólogos políticos pronostican calma chicha, esa sublime inmovilidad en la que nos endilgarán la enésima modernización.

Y al cabo, 2008 será el año en que encajemos las peores embestidas de la crisis. Un toro negro y resabiado que parece dispuesto a empitonarnos en la femoral del bienestar. Demasiadas incógnitas y demasiados nubarrones como para desearles, según la costumbre de estas fechas, la consabida felicidad. Bastará -y no es poco-- con que Dios reparta suerte.

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