crónica personal

Pilar Cernuda

La avalancha

TRAGEDIA mortal en Madrid, de la que todavía faltan datos como para saber a quién corresponden las responsabilidades. Las aglomeraciones de cualquier signo suponen un riesgo, y en esta ocasión la fiesta de Halloween ha finalizado con escenas más terroríficas que las que les da nombre.

Es desgarradora la sola idea de imaginar a centenares de jóvenes tratando de salir de un recinto cerrado, aplastados por una marea humana que, como ellos, buscaba una salida que les salvara de una muerte segura. Los testimonios son espeluznantes, las frases se interrumpen con lágrimas y gestos de desolación. La mayoría de los que participaban en la fiesta ni siquiera se enteraron de lo que ocurría, sólo cuando terminó la música a las seis de la mañana y se disponían a regresar a casa vieron las ambulancias y a la Policía que les daban cuenta de la magnitud de lo que había ocurrido, de lo que habría podido sucederles si no se hubieran encontrado lejos del grupo que trataba de huir cuando confundieron el ruido de una bengala con una explosión.

Se pondrá el acento en el peligro que se corre al acudir a una macrofiesta y es cierto que los jóvenes están expuestos a que se genere una pelea de consecuencias inimaginables, una estampida, la acción de un loco con afán de protagonismo, un incendio o cualquier accidente que, siendo menor, se convierte en incontrolable por la cantidad de asistentes. Pero no hay más que repasar hechos del pasado reciente para darse cuenta de que ese tipo de avalanchas de consecuencias mortales se han producido sobre todo en estadios deportivos, en espectáculos celebrados en grandes superficies cerradas, en manifestaciones, y también en fiestas similares a las de Madrid Arena.

El Ayuntamiento de Madrid asegura que la empresa organizadora cumplía todos los requisitos que marca la ley, no superó el aforo y los mecanismos de seguridad se encontraban en orden. No es lo que indican muchos de los asistentes, habrá que esperar al resultado de la investigación abierta. Es evidente que el propio ayuntamiento puede haber sido víctima de un engaño, hay multitud de ejemplos de empresas que una vez pasada la correspondiente inspección se toman la ley a título de inventario; pero lo ocurrido en Madrid Arena indica que las autoridades tendrían que estar atentas al transcurrir de ciertos espectáculos, festivos o deportivos, por mucho que los organizadores cuenten con sus propios sistemas de seguridad. Porque no siempre son suficientes como para hacer frente a una situación imprevista, y el mundo está plagado de ejemplos de tragedias ocurridos en lugares con gran concentración de gente en la que un petardo, una discusión o el ruido inesperado de un avión provocaron una situación de pánico que acaba en drama. Es obligado revisar la normativa sobre estos acontecimientos.

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