El artista jerezano Luis Carrasco, conocido como Luis de Periquín, ha emprendido una singular batalla, no sé si perdida de antemano. En entrevistas, y siempre que tiene ocasión, defiende la diferenciación entre lo que es una zambomba tradicional y un espectáculo flamenco de Navidad. Quiere que se llame a cada cosa por su nombre y cuenta que está cansado de ver anunciadas por ahí zambombas jerezanas en las que no hay nadie de Jerez. Pero, sobre todo, señala algo que nunca está de más subrayar: el carácter popular -no artístico- de la zambomba, que es circular y participativa, frente a un espectáculo programado con artistas cantaores y tocaores interpretando un repertorio con marcado acento flamenco. Me parece de lo más honesta esta especie de cruzada suya, porque, como profesional que es, podría muy bien sacar provecho de la marca zambomba, que muestra una indiscutible fuerza y pujanza. Él, además, habla con conocimiento de causa: en estas fechas está paseando su grabación Así canta Jerez en Navidad que, además de la recuperación de los tradicionales discos de estas fechas, supone un relevo generacional de excelente calidad, realizado con una encomiable modestia y unos aires renovadores que no le restan un ápice de autenticidad. Esto que defiende el último de los vástagos del guitarrista Pedro Jero incide muy directamente sobre la celebración de zambombas de estas fechas. Porque lo que se vende como tal, en la mayoría de las ocasiones no es más que un espectáculo, a veces de cuestionable calidad, en el que el instrumento zambomba solo brilla por su ausencia, y la única participación popular está en el consumo de bebidas. No es que uno critique esa expansión festiva callejera, pero esta fiesta navideña nuestra, de demostrado tirón turístico, si se queda en eso, es probable que en pocos años pierda interés y atractivo. No, no quiero ser agorero, pero, por favor, cuidemos las zambombas y, hasta Navidad, a cantar.

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