CON MALA UVAla columna

Begoña García / González-Gordon

La bota de los turbios La palomita blanca

Dentro de la programación que desarrolla el Hospital Geriátrico 'San Juan Grande' con motivo de las fiestas navideñas, las personas que allí reciben atención disfrutaron ayer de una pestiñada en el desayuno. Cabe destacar que han realizado numerosas actividades, tales como confección de tarjetas de felicitación y salidas para ver belenes. La fotografía es de MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ.

ÚLTIMAMENTE, con el frío y la lluvia, ya no las veo. Pero este año, a mi jardín, han venido más mariposas que otros años. Incluso en invierno. No sé qué habré plantado, he oído decir que acuden a rondar determinada clase de plantas por las que se siente atraídas. Pero han estado mariposeando alrededor mío como si hubieran venido expresamente a visitarme. Qué disfrute el contemplarlas. Parecen soplos de vainilla o de canela suspendidos ¡qué delicia!

Alguien que conozco y quiero bien, cuando ve una mariposa revoloteando, siempre piensa en su madre, ya muerta. Cuando se sentaban juntas y aparecía una de sus favoritas, no había vez que no exclamara:

-¡Mira, una palomita blanca!

Desde que me lo contó, cada vez que veo una de esas, como nácar, haciendo circunloquios en el aire con alada parsimonia, yo tampoco puedo evitar recordar a esa persona, a la que tuve la suerte de tratar. Será una tontería, pero, en ese aleteo, me parece que me llega un soplo de su aliento. Las dos la revivimos. Sabemos que con esa mariposa, ella ha llegado al jardín. Y sentimos que vela por nosotros. A su estilo. Con el mismo inocente desenfado. Con su alegre e infantil inconsistencia.

Hay que ver qué misterio tan grande el de la vida y la muerte, el de la magia y lo invisible. ¡Y cuánta vida encerrada en un recuerdo!

¿Será verdad que morir es ser definitivamente olvidado? Yo no lo creo. Pero ese creer es sólo eso, creer. Frente a aquellos que piensan -aunque les asista la razón- que la sola eternidad del hombre es la de ser recordado, yo sostengo que el recuerdo es una simple medida transitoria. Que nos alienta y conforta durante ese interludio -a veces tan largo, a veces tan difícil- que media entre la despedida y el reencuentro.

Esta Navidad, venga o no venga a mi jardín, habrá una palomita blanca aleteando alrededor de mi familia. Vendrá con otras muchas mariposas. Que velan por nosotros.

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