CON MALA UVAla nicolumna

Nicolás Montoya

La bota de los turbiosBelén viviente

El poder de atracción de Juvelandia está fuera de toda duda. Su celebración provoca que las inmediaciones de la entrada al Palacio de Exposiciones se convierta en una zona de dejada y recogida de niños. Los coches, como se ve, paran allí dada la escasez de aparcamientos y de forma constante van y vienen. Quienes peor lo tienen son los motoristas, a los que el 092 no cesa de multar. Foto: JUAN C. TORO

ESTAMOS condenados a que la solidaridad acompañe a todas estas fiestas. Solidaridad de la auténtica y solidaridad de la otra porque hay palabras que se las ha cargado el descrédito. De los aguinaldos a los carteros y el pavo cocido protagonizados por gente corriente en el pasado siglo, hemos pasado a zambombas y actos espontáneos de reuniones navideñas sociales como forma de divertimento. Y claro, son buenísimas ocasiones para, quien es listo, político incluido, aproveche para figurar. Estar en el lugar apropiado, más que por acompañar o por solidaridad con los presentes, por apego interesado. A las puertas de saraos a los que no han sido invitados, en torno a los lugares donde los poderosos y sus acólitos se hacen ver y entremezclan con los demás, el ciudadano y la ciudadana anónima se asombran al reconocerlos. Es la forma que tienen de hacerse presente en cualquier situación. Huelen el sonido de panderetas y van como moscas. Incluso llegarían a repechar tal cual muñecos papa Noel por las ventanas de los bloques para felicitarnos las fiestas en el salón de casa, y se meterían con nosotros en la ducha o en el dormitorio para solidarizarse con el del gatillazo si hiciera falta.

Es más, si la lotería de Navidad deja algún pellizco en Jerez, seguro que aparece el aprovechado de turno en la foto para sacar rédito publicitario. Momento solidario. Se trata de seguir el libreto como protagonista, ser el niño en el bautizo, la novia en la boda o el muerto en el entierro. Es cuestión de gustos, pero tal derroche de generosidad es digno de elogio.

Hasta se está ofreciendo algún concejal, alcaldesa o profesional de la apariencia para colocarse algunas horas en el belén de Santo Domingo, convirtiéndolo así en Belén viviente en solidaridad con el frío que pasan esas criaturitas de yeso tantas horas a la intemperie. La pregunta del millón es quién encarnaría a la Virgen, a San José o el niño. Pero sobre todo quién haría mejor de buey o de mula.

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