CON MALA UVALa columna

Ana Pielfort

La bota de los turbiosCuenta atrás

El grupo que aparece en la imagen fue el encargado de dar la animación a la tradicional zambomba Navideña que celebró Cope Jerez en la bodega de Álvaro Domecq. En este inmejorable marco se dio cita buena parte de la sociedad jerezana e incluso se aprovechó para hacer entrega del merecidísimo premio otorgado por la emisora, 'Estrella de la Navidad', a Cáritas Diocesana por sus 25 años de trabajo.

A los supervivientes de la Nochebuena, a los arrepentidos del atracón, a quienes cometieron gastos impuros, en definitiva, a todos los que hoy no tenemos perdón, nos han impuesto la misma penitencia: un caldito de puchero y una Nochevieja dentro de cinco días, para acabar, probablemente, mucho peor ¿Tendremos tiempo suficiente para recuperar fuerzas? La cuenta atrás ya ha comenzado, (lo cantaba Mecano y lo versionamos los demás), y en esta escalada hacia el Año Nuevo: burbujeante, dorada y descorchada en un impacto seco, el sentido de la realidad huye despavorido de la mesa, al ver tanto crédulo disfrazado con los cachivaches de lucecitas de los bazares chinos.

A la hora de despedir el año, por más que avancen las tendencias orientales en las bolsas de cotillón, en este rincón europeo, todavía hacemos piña entorno a nuestras propias horteradas. Y si también hay que hacer la lista de buenos propósitos, pues se hace; y si hay que dejar de hacer todo lo que se quería dejar para retomarlo en menos de lo que canta un gallo exactamente en el mismo punto donde lo habíamos dejado, pues se retoma, y no se hable más.

No obstante, hay que recordar que con el tañido de las campanas, surge, por encima de las monsergas, de la fiesta de bisutería, y de los propósitos de enmienda, digo que surge, como una esperanza recién nacida, el deseo de creer en los propios deseos. El próximo año, que cuelga ya en calendarios de pared, promete un empezar de nuevo, con la engañifa de hacernos soñar que es posible. El próximo año abruma como un regalo gigante ante el que uno se siente pequeño y desconcertado; como debe sentirse un alcalde experto en inaugurar la nada. Que protocolo diga por dónde se corta el precinto de 2008, porque nadie sabe lo que nos puede deparar.

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