CON MALA UVALa columna

Ana Pielfort

La bota de los turbiosNúmero 1

Tras traspasar los primeros diez días de diciembre y montar el Belén en mangas de camisa, las bajas temperaturas han hecho acto de presencia con toda su crudeza. Hasta ahora, la única nieve que se podía ver en la zona era la artificial de algún mercadillo belenista, pero si el termómetro sigue marcando 2 grados, muy pronto nevará en la Sierra con algo de suerte. La foto es de VANESA LOBO.

YA podemos respirar tranquilos. Con su vuelta al equipo francés, los que no seguimos la Fórmula 1, sino a Fernando Alonso, hemos recuperado ese plus patriotero que emociona desde el sofá como ninguna campaña terminada en 'Gobierno de España'. Este sentimiento, del que el asturiano nos ha hecho partícipes victoria tras victoria, ha traído consigo la efímera ilusión de un nuevo filantropismo, del regreso de una fe puesta en las bondades del género humano: en el esfuerzo personal, en el afán de superación, en la lucha contra el enemigo..., en todo por la pasta. Este mesianismo retransmitido por televisión, ha transmutado a Alonso en un fenómeno de masas con poderío para llegar a cobrar casi cuarenta millones de euros al año. Ahí es nada.

No sólo los aficionados postizos estamos escandalizados, también los veteranos que seguían las competiciones por la segunda cadena de televisión cuando la Fórmula 1 era un espejismo de escalestrix acoplado a una pantalla palcolor, se han llevado las manos a la cabeza por las dimensiones que ha alcanzado el negocio con el correr del tiempo. Si nos ponemos a comparar, a ver quién es el valiente que a partir de ahora se atreve a enseñar su nóminaý

Ser el primero de la clase no asegura en el futuro una posición privilegiada en el escalafón del éxito aunque estemos hablando de profesionales que salvan vidas, evitan catástrofes, o hacen bien su trabajo fuera de cámara. Supongo, y creo que no me equivoco, que dentro de la lista de 18.000 parados que tiene Jerez, habrá profesionales capaces de desarrollar su actividad alcanzando niveles de excelencia. Vale que todos no son, ni pueden ser, números uno, pero eso no les resta el derecho a una oportunidad.

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