CON MALA UVAla columna

Bernardo Palomo

La bota de los turbios¡Viva el mes de febrero!

La Navidad asoma ya a la puerta con la celebración de las primeras zambombas, que han llenado la agenda de ocio jerezana en el primer fin de semana de diciembre. Zambombas -léase en este caso como instrumento musical- y panderetas reemplazan a las castañas asadas en los puestos de venta ambulante que anticipan la llegada de las fiestas navideñas. La foto es de PASCUAL.

AUNQUE el primer contacto con lo navideño se nos presenta con los calores de julio y agosto, cuando nos empiezan a ofrecer la lotería del veintidós de diciembre, o cuando la gente de Puente Genil, no más ha pasado la cabalgata de la Vendimia por la calle Larga, se preparaban en manipular los cables de las calles para el repetitivo - cuando no hortero - alumbrado, es a mitad de noviembre o, incluso, antes, cuando empezamos a sufrir el advenimiento - nunca mejor dicho - de eso que dicen días tan entrañables. Es el momento de estar preparadoS. Treinta y tantas zambombas, veintitrés comidas de empresa - ni que fueras Don José María en tiempos heroicos de la abejita, con tantas empresas -, dieciséis cenas con amigos - y eso que tu círculo de amistades se reduce a Pili y Manuel -, siete reuniones con compañeros de la infancia, de la juventud, del futbito, del yoga - ahora también del paddel -ý y así, una infinidad de eventos gastronómicos que, a poco que comas un poquito en cada una de las que vayas, vas a terminar como el muñeco de Michelín. Y, además, siempre con cara agradable y deseándole lo mejor a la impresentable de tu jefa o de tu compañera de despacho que te tiene enfilado trescientos sesenta y cuatro días al año - menos el de la comida - y, lo que es peor, ese día se ha puesto graciosa, se ha vestido para la ocasión, se ha perfumado apestosamente y hasta se atreve a estar juguetona. Son esos días tan entrañables que cada vez empiezan antes y a los que hay que rendir pleitesía gastronómica. Como en Jerez no gusta el Carnaval, ¡Viva el mes de febrero! El único del año que no da para celebraciones.

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