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CON MALA UVALA TORRE DEL VIGÍA

Juan Manuel / Sainz Peña

La bota de los turbios¿Y los niños?

Esta penosa imagen tomada en la plaza del Arroyo, frente a comisaría, es una buena muestra de que los restos de las pasadas fiestas tardan un buen tiempo en desaparecer, y no es porque los empleados de la limpieza no los recojan, sino porque al día siguiente hay una nueva montaña en su lugar. Y ahora además vendrán los árboles de Navidad tras haber sido desmontados. PASCUAL.

Amenudo hacemos uso de la metáfora -sobre todo los que escribimos-para hacer mención del transcurso del tiempo, y para hablar del paso de la infancia, que a partir de cierta edad no es más que una pintura fresca de colores cada vez más oscuros. Esta vez, empero, no necesito tirar de retórica. La (necesaria) reforma del barrio donde fui niño y crecí se ha llevado por delante la plazoleta donde tanto jugué con mis amigos y hermanos durante horas y horas. Ahora ya sólo queda el recuerdo, pues donde debía estar la placita hay vallas despintadas y maquinaria pesada. -Al carajo todo-dije cuando vi todo aquel zipi-zape.

Cuento todo esto con una imagen que no he visto este seis de enero por la mañana ni en la plaza, que todavía estaba en pie, ni en ningún otro lugar: ¿y los niños? Casi no vi críos mostrando con su orgullo párvulo su cochecito de radio control, ni a las niñas paseando en sus carritos a los nenucos. No parecía una mañana de Reyes. Bien es cierto que el tiempo no acompañaba demasiado, pero otras mañanas han sido peores el seis y ahí estaban los niños.

No sé, da miedo pensar que las videoconsolas o algunos juguetes verdaderamente espantosos que hay en el mercado hayan robado a los críos de la calle. Porque esta orfandad se extiende también a los fines de semana cuando es raro de verdad ver una bicicleta o un balón de fútbol rodando. Quizá me he quedado atrás, tanto que no me he dado cuenta de que los tiempos cambian, pero me apena pensar en niños cuya memoria, cuando sean adultos, se reduzca a una pantalla de ordenador, sin metáforas, ni recuerdos, ni tardes de sol, ni juguetes en la calle en plazuelas que ya no existen.

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