HACE poco me contaba Concha Buika, perteneciente a una familia de origen guineano, el significado que, cara a los de su tribu, tiene cantar. "Da igual cómo lo hagas. Lo importante es que todos participen", refería con ese verbo suyo tan profundo. Y la verdad, creo que se trata ésa de una sana costumbre que debiéramos poner más en práctica puesto que, el que canta -y baila, añado yo-, su mal espanta.

A Ortega Cano, tras comenzar su reciente andadura en Mira quién baila, ya se le nota la influencia de la danza y, bastante más delgado, está hecho un figurín. Por eso, y para darle la enhorabuena por la victoria del lunes, quise llamarlo ayer guiado por la convicción de que, este maridaje nuestro de personajes con periodistas debe demostrarse, igual que el resto de los matrimonios, en lo malo tanto como en lo bueno. Y si José está más guapetón de un tiempo a esta parte, ¿por qué callarlo?

Él, sonriente, aceptó mi piropo y, acto seguido, caballero como siempre, me explicó lo feliz que le hace el reto del espacio de "la" Igartiburu donde, a pesar de sus recelos iniciales, se encuentra cada vez más cómodo. Primero, porque está explorando nuevos terrenos artísticos y también por la vertiente solidaria de un trabajo con el que, esta semana por ejemplo, ayudará económicamente a un amigo suyo como es el torero valenciano Vicente Ruiz, El Soro, retirado desde hace años a raíz de una desgraciada cogida. Pensando en su compañero, y en otras causas, Ortega ensaya -a veces ante la mirada atenta de su hija, Gloria Camila- los miércoles, jueves y viernes tres horas diarias y, aparte, en su finca de Yerbabuena, aprovecha todos los ratitos que puede para seguir perfeccionando su técnica cara a próximas ediciones. Gracias a eso, y a una dieta alimenticia con la que lleva algún tiempo, ha perdido entre nueve y diez kilos y, más allá, ha reconquistado un cariño popular que, con esta inyección de popularidad televisiva, el diestro no se cansa de agradecer. ¿Lo próximo? Música disco… ¿Volverá a hacerse con el triunfo?