Crónica personal

Pilar Cernuda

El cachete

EL asunto se las trae, tiene retranca. Con la aprobación de la reforma del Código Civil que a partir de ahora considerará delito un simple cachete a un hijo, el Gobierno de Zapatero ha conseguido finalizar el curso político sin que se hable de las cuestiones verdaderamente graves, en esa estrategia que ha seguido durante los últimos cuatro años de anunciar una iniciativa polémica o asombrosa en momentos críticos para desviar así la atención.

Nadie con un mínimo de sensibilidad puede estar de acuerdo con que se pegue a un niño, y no digamos si se trata de auténticas palizas y de malos tratos psicológicos, desgraciadamente tan frecuentes. Pero considerar delito o falta grave el cachete o el azote indoloro que se da a un crío que intenta meter los dedos en un enchufe, que pega sistemáticamente a sus semejantes, que tira las cosas al suelo para expresar su enfado o que organiza una zapatiesta de gritos porque no le dan lo que quiere, que escupe, que hurga en aparatos electrónicos y que hace todas las barbaridades propias de los niños, es un disparate. Hablamos de actuaciones de los niños para los que no cabe la reflexión ni el diálogo por muy buena voluntad que pongan los padres, como sabe cualquier padre que haya intentado hacer entrar en razón a un niño ciego de ira porque no se le concede su capricho. Como sigamos por ese camino llegará un día en que si amenazas con un castigo al adolescente que te contesta, desobedece sistemáticamente o llega borracho a casa, te expones a que acuda al juez de guardia para denunciar supuestos malos tratos.

Pero la trampa está en que mientras discutamos sobre el cachete y si está bien o mal el cachete, no hablamos de lo que verdaderamente podría molestar al Gobierno en estas fechas: las previsiones de Solbes no se cumplen, las empresas advierten que enero y febrero se presentan negros desde el punto de vista del empleo debido a la crisis en el sector de la construcción, no hablamos de un canon que nos trata a los españoles como si fuésemos presuntos delincuentes, ni hablamos tampoco de que la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado nos ha costado mucho dinero, al igual que la no reprobación en el Congreso de la ministra Álvarez. No hablamos tampoco de las sentidas palabras de Manuel Marín, que en su despedida reconoció que necesitaba los aplausos de los suyos, lo que significa que no se ha sentido querido y respaldado en esta legislatura, a pesar de que es de lo mejor del PSOE, y al introducir la polémica sobre el cachete tampoco hablamos de cómo este Gobierno es incapaz de atajar la violencia en las calles, cada vez más inseguras a pesar de las eternas promesas de incrementar los efectivos policiales, lo que desmienten los sindicatos. Lo dicho: ZP es listo. Ha provocado que hablemos de cachetes en lugar de poner los ojos sobre asuntos que no le conviene que entren en el debate.

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