Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Dos caminos distintos

A Alemania le ha costado 65 años, tras la Segunda Guerra Mundial, quitarse el complejo de querer mandar en Europa. Desde que se inició la unidad europea en 1950, el gobierno germano de turno ha escondido su pudor detrás del eje franco alemán. Pero los tiempos han cambiado y a Angela Merkel no le importa aparecer como la jefa de la Unión. La revista de la Sociedad Alemana de Política Exterior la retrata como la canciller de Europa, capaz de ejercer su autoridad sobre cualquier territorio. Sólo se acerca a su poder Sarkozy, definido como el vicecanciller europeo por esa publicación. Van Rompuy y Barroso son dos mandados, los jefes de gobierno del resto de los países, senadores en la cámara de representación territorial. Y los ministros de los 27, una especie de consejeros regionales.

La canciller ha ejercido como nunca su autoridad en la cumbre del viernes en Bruselas. Para ampliar el fondo de rescate europeo para países en dificultades con su deuda soberana, Merkel exige que se prohíba vincular los salarios a la inflación, aumentar la edad de jubilación, armonizar el impuesto de sociedades, incluir en las constituciones nacionales un límite para el endeudamiento y el déficit. El directorio europeo no es sólo para los países del sur que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Vamos a una auténtica política económica común, 20 años después de que se aprobara el Tratado de Maastricht, en donde se decidió tal cosa.

Y mientras Europa se armoniza y busca una misma fiscalidad, una jubilación similar, equiparar salarios y servicios públicos, en el interior de España hay tensiones que pretenden lo contrario. Ya hay una importante diferencia de salida con el estatuto especial de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra, en donde resulta más rentable radicar una empresa o pagar el IRPF. Un privilegio que ahora quiere Cataluña. Son dos caminos distintos y uno está equivocado. En esta Europa carolingia, las autonomías son comarcas, que deberían asumir toda la administración territorial, con los ayuntamientos. Como sostienen Felipe González o Fernández Vara, no queda sitio para las diputaciones, aunque Zapatero y Griñán defiendan el modelo decimonónico. Ya lo dirá Merkel cualquier día.

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