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El borde del área

Las dos caras de la veteranía

Antoñito no tiene sitio, pero la incógnita es qué podría hacer si se sintiera a gusto y querido no solo por la afición

LUIS Figo, el mayor traidor que ha pisado Can Barça para solaz madridista, dijo recientemente que "en España uno es tratado como un abuelo cuando ha pasado de los treinta. En Italia es distinto, allí se aprecia mucho la experiencia". Y en Alemania. El ejemplo es el Schalke minero, que en cuanto se enteró de que Raúl no iba a seguir en el Real Madrid lo apostó todo -o casi todo- para fichar al Ferrari merengue, al '7' ya no de España pero sí del madridismo. Y era una apuesta sobre seguro, porque no hay nada más que ver el rendimiento de Raúl en Mestalla para ver que, además de experiencia, este veterano todavía puede poner la cara colorada a más de un joven con toda la carrera por delante. ¿Verdad, David Navarro?

Viene esto a cuenta de la veteranía, casi siempre fundamental en un equipo de fútbol y que en el Xerez Deportivo muestra sus dos lados: la cara y la cruz. La cara son José Mari o Capi, una incógnita en verano porque más de uno pensábamos que venían a Chapín poco menos que a por un plan de jubilación, ya cerquita de su Sevilla, y a echar unas pachangas. Craso error, lo reconozco. Lo de José Mari es un ejemplo para sus compañeros y buena parte de que el Xerez esté coqueteando con el ascenso y la promoción es culpa suya y de Capi.

Otro veterano es Moreno, Don Vicente ya para la historia de este club. Ahora parece que le llegan las vacas flacas, porque Gioda y Lombán aprietan y los años no pasan en balde; ahí atrás más crudo lo tiene Gerard, aunque el catalán está a años luz del que nos deslumbró en su primera etapa como azulino.

Y nos queda Antoñito, que ayer empezó a entonar el canto del cisne como xerecista. Entre que el del Polígono no está bien y entre que me da que el entrenador no es demasiado cariñoso, ahí está relegado a un papel ya ni secundario. Juegue o no más de aquí a final de temporada, de Antoñito nos quedaremos con lo bueno que nos ha dado, que ha sido mucho -y muy importante-; en las condiciones actuales no tiene sitio, pero la incógnita es saber qué podría hacer Antoñito si estuviese a gusto y se sintiera querido, no sólo por la afición.

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