Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

SEGÚN nos contaba la zarzuela, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad y (añado yo) a veces uno no lo tiene en cuenta. No pueden figurarse el interés despertado por el artículo que publiqué hace dos semanas certificando la defunción de la vapuleada Ermita de Guía. La edición digital de este Diario ha difundido por el mundo la asombrosa realidad que vivimos por estas tierras, donde es posible respetar al patrimonio histórico construyendo encima, y así no cesan de llegar proyectos a la calle Patricio Garvey desde los lugares más peregrinos. Según me comenta Rafael Navas (un poco harto ya de abrir carpetas, desenrollar planos y acumular maquetas en su despacho) hay algunos de lo más curioso. Desde Suiza, un equipo de arquitectos muertos de envidia porque Herzog y De Meuron vayan a firmar un edificio en Jerez, han presentado un proyecto para edificar un hotel sobre la arena de la Plaza de Toros, visto que fuera de este inmueble ya no queda espacio. Pin. & To. Consulting, con sede en Baltimore, ha mostrado su voluntad de construir unifamiliares sobre los muros del Alcázar, para ayudar a su conservación y protegerlos de las pintadas. Pero la mejor de todas llega de Dubai y está firmada por Muhammad-al-Guerrero, según parece un español naturalizado en aquel emirato. Este señor ha diseñado una ampliación de la iglesia de San Dionisio, aprovechando que el edificio se encuentra en obras, pretendiendo levantar seis plantas más sobre el templo y aprovechar la Torre de la Atalaya (cerrada desde hace siglos) para instalar dentro un ascensor. Eso sí, la intervención sería absolutamente respetuosa con el monumento.

Nosotros, en espera de que estas magníficas ideas se materialicen y así de una vez por todas se ponga en valor y cuide nuestro patrimonio histórico, vamos a volver a la Fuente de la Alcubilla. Como homenaje a la Inmobiliaria Osuna que va a sepultarla junto a la Ermita de Guía con un mega-bloque y a los sucesivos ayuntamientos constitucionales que le tocan las palmas por hacerlo, vamos a referirnos a una parte de la historia de este pequeño monumento, tan importante para Jerez en otras épocas.

Ya contábamos que en 1543 se descubrió en el enclave hoy conocido como Los Albarizones City una gigantesca captación de agua de época musulmana. Los gobernantes municipales, conscientes del problema de abastecimiento que padecía la ciudad, decidieron construir una canalización hasta Jerez. Por diversas circunstancias esta conducción sólo pudo llegar hasta las inmediaciones del por entonces monasterio de Santa María de Guía, cuyo solar ocupa hoy la ya celebérrima Ermita de Guía. Con el tiempo, se levantaría allí la fuente que (con más de un desconchón) se conserva en la actualidad. Hasta que el Ayuntamiento decidió traer el preciado bien desde L.A. City, los cartujos habían aprovechado aquel recurso hídrico que tenían al lado de su casa, pero al empezar las obras se vieron privados de él. De nada sirvió que en 1554 se firmase un acuerdo y el corregidor ordenase a Juan Vélez, maestro trasmerano que dirigió las obras del acueducto, actuar "no tocando el agua que va al dicho monesterio de cartuxa ni a la dicha guerta que tiene el monesterio". El ingeniero no cumplió el mandato, tal vez porque era imposible mantener un caudal regular hasta Jerez si los cartujos tomaban una parte.

Sin embargo los frailes no se quedaron quietos. Haciendo gala de su silencio cartujano, sin que nadie lo supiese construyeron una serie de paredes y agujeros en las inmediaciones de la captación para desviar el agua hasta su casa. En 1563 la Fuente de la Alcubilla se quedó seca. Al instante se abrió una investigación y el Municipio se dio cuenta del robo del líquido elemento por parte de los monjes. Entonces Jerez de la Frontera denunció a la Cartuja de Santa María de la Defensión y se entabló un largo pleito conservado en el Archivo Municipal, cuyo contenido no tiene desperdicio. Por las declaraciones de los testigos sabemos de la animadversión que la población sentía en el siglo XVI hacia los cartujos. Los documentos demuestran que la existencia de la mayor parte de los jerezanos durante el quinientos era paupérrima, y por tanto no estaba bien visto que el monasterio acaparase "muchas casas tributos e posesiones mesones heredades molinos de pan e azeite olivares e biñas e tierras de pan e otros muchos bienes e semovientes de bueyes e hatos de bacas toros manadas de ovejas e cabras yeguas puercos de muy grand valor". No importaba que estos bienes estuviesen dedicados en parte a dar limosnas a los pobres, pues a juicio de uno de los testigos la limosna "la fazen alla en su casa que es casy a una legua de jerez en el canpo donde le paresçe a este testigo que con muy grande dificultad la fazen como e quando a ellos les paresçe". La mala imagen de los monjes se acrecentaba con la fama de que la Cartuja funcionaba como una empresa especuladora a la hora de conseguir beneficios, no importándole guardar "sus vinos azeites e pan e tienen sus ganados todo lo qual venden a sus tienpos y quando vale caro a mas preçio lo pueden vender".

No obstante, esto no era lo peor. Los jerezanos se habían quedado sin agua apta para el consumo, pero los cartujos no la bebían. El monasterio estaba abastecido por la fuente del Albaladejo (no muy lejos de allí), por una noria que subía el líquido desde el Guadalete y por numerosos pozos ubicados en el interior del recinto, con los que regaban las huertas e incluso daban suministro a varias fuentes ornamentales. El caudal robado a la Fuente de la Alcubilla había sido desviado por los hijos de San Bruno a una galapaguera. Recordamos a nuestros lectores que los cartujos llevan una vida llena de penalidades y abstinencias, entre ellas la de no comer jamás carne. Esto no impedía que en otras épocas llevasen una existencia refinada, gastando además ingentes cantidades de dinero en dotar a sus cenobios de las mejores obras de arte que pudiesen encontrar. Respecto a la dieta, diremos que consumían pescado, sintiendo especial debilidad por la sopa de galápagos, animales que al vivir en el medio acuático se consideraban peces. Por tanto, aquellos cartujos que daban de comer hasta a trescientos pobres al día, no dudaban en dejar sedienta a una ciudad entera para regalar sus ascéticos paladares con la exquisita sopa de galápagos. Imagínense lo que pensarían los jerezanos del XVI al enterarse de que el rincón del gourmet se encontraba en Santa María de la Defensión, establecido para más inri a costa de obligar a beber a la población de los pozos, porque no tenían nada mejor.

El pleito, como es lógico, se resolvió a favor del Municipio. Se obligó a los cartujos a renunciar a sus pretensiones sobre el manantial de Los Albarizones, y los monjes se vieron obligados a construir una captación nueva que abasteció su casa hasta la exclaustración de 1835. Como curiosidad, sepan que la galapaguera de la discordia todavía está en pie. Se encuentra junto a un terreno baldío existente al lado de la iglesia, quedando por el otro lado adosada a la tapia que separa el monasterio de la carretera de Medina, lo más cerca posible del manantial del que tomaban el agua. La galapaguera en sí es una piscina de un metro y medio de profundidad y unos dieciséis metros cuadrados con las paredes de canto. Junto a ella hay una habitación con una gran mesa de piedra en el centro para romper los galápagos antes de meterlos en la olla. El estado de estas dependencias es lamentable. A la maleza que ocupa todo (en algunos puntos tan densa como para entrar con un machete) hay que sumar los escombros acumulados en el interior de la piscina por unos monjes que ya no consumían galápagos y vieron en aquel agujero una suerte de vertedero.

Sería muy interesante recuperar este espacio e incluirlo en la visita que tal vez algún día permitirá al público acceder al monumento. Dados los tiempos que corren, invitamos a la Inmobiliaria Osuna a ponerse en contacto con las Hermanitas de Belén para que les permitan acometer la reforma, y de paso construir un edificio de 15 plantas entre la galapaguera y la iglesia de la Cartuja. Ya en el entorno de la Ermita de Guía nos han demostrado su buen gusto y su sensibilidad hacia el patrimonio histórico.

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