Lógicamente, Cristiano Ronaldo debería ser de la partida mañana en la vuelta, aparentemente de trámite, en el Bernabéu. La cosa está resuelta y sólo una especie de impensable movimiento telúrico podría voltearla. La superioridad madridista fue aún mayor en inferioridad numérica y viendo también ambos estados de ánimo, la Supercopa parece ya con dueño. Dicho lo dicho, creo que Cristiano debería estar de corto ante el Barça.

Si imperase el sentido común, Apelación debería quitarle la segunda amarilla y, por supuesto, dejar vigente el castigo por el empujoncito al árbitro. Así, con esa rectificación, el portugués podría rematar la faena ante el deprimido Barça y reaparecer en la quinta jornada liguera, justo cuando comparece el Betis en el gran escaparate del mundo. Una cosa es caerse y otra tirarse, aunque Cristiano se equivoca cuando, brazos arriba, pide penalti antes de recobrar la verticalidad.

A raíz de ahí no tiene excusa por muchas excusas que pueda esgrimir ante la injusticia. Injusticia que proviene de la ineptitud del colegiado viendo piscinazo donde sólo hubo desequilibrio con pérdida de la verticalidad. En este lance, los árbitros suelen caer con frecuencia en injusticia, ya que ven demasiada mala fe cuando estamos en un deporte de contacto y de indudable esfuerzo físico en el que abundan las caídas, los desequilibrios, los resbalones, demás parientes y afectos.

Y así nos vemos, comentando lo que comenta la generalidad en el día que el fútbol según Sevilla está alegre por la renovación y las llegadas de futbolistas propios. La noticia, ya en el plano puramente doméstico, es que pase lo que pase, Cristiano reaparecerá ante el Betis, precisamente ante el Betis, tras el durísimo e injusto castigo que originó un arbitraje preñado de ineptitudes. Tras ello, a tiempo se está de deshacer algo el entuerto permitiendo al luso jugar mañana.