La ciudad fenicia del Castillo de Doña Blanca

La ciudad de la historiaJoyas arqueológicas de nuestro entorno (I)

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EL Castillo de Doña Blanca está situado en la ladera de la Sierra de San Cristóbal en los límites del término municipal de El Puerto de Santa María. Debajo de la torre medieval hay un rico yacimiento, y Delante del mismo se extiende una amplia llanura de marismas, hoy totalmente colmatadas por los aluviones del río Guadalete. En sus orígenes esta llanura fue una amplia bahía en cuyo fondo se situaba el estuario del río. Las principales conclusiones del estudio de este yacimiento lo debemos a los muchos años de trabajos de prospección y análisis del profesor de la Universidad de Cádiz, Diego Ruiz Mata.

No se nos puede escapar que es un yacimiento muy importante, de primer orden, y de ello se han hecho eco algunos investigadores, que han publicado sus estudios en páginas de internet especializadas en arqueología e historia (por ejemplo, "celtiberia.net", estupendo recurso que seguiremos usando y de donde tomamos las fotografías). Quizá este nuevo medio de formación e información sea el más eficaz para poner en valor (que es la expresión moderna y "política") buena parte de nuestro patrimonio, entre el gran público interesado en estos temas.

Según los restos arqueológicos, en el siglo VIII a.C., en este lugar se asentó, una ciudad fenicia. Ésta se ubicaba en un punto, entonces ribereño, muy cerca de la desembocadura del río, en el norte de un gran estuario. El lugar elegido por los colonos fenicios para fundar la ciudad era muy favorable desde el punto de vista comercial, pues era un puerto que estaba abierto al mar y muy cerca de las primitivas bocas del Guadalete y del Guadalquivir. En este sentido, existe una hipótesis por la que ambos ríos, hace tres mil años, bien podrían estar comunicados a través de un acuífero, el canal de Guadabajaque. La zona era rica en agua dulce, canteras de piedra y masas forestales. Además, los itinerarios de penetración hacia el interior de la península conducían a prósperos territorios agrícolas y mineros.

Hoy el yacimiento arqueológico se nos presenta como una colina en forma de mesa, de forma cuadrangular (casi un rectángulo) y con unas seis hectáreas y media de extensión, elevándose más de treinta metros sobre el nivel del mar. Lo que hoy vemos es el resultado de una evolución urbanística y un secular abandono. Por tanto, el relieve es artificial; ya que los siglos han acumulado, unos sobre otros, los restos de los diversos asentamientos y las ruinas de las edificaciones que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo. En algunas zonas se llega a tener hasta casi una decena de metros de estratos arqueológicos superpuestos. La zona es lo que los arqueólogos califican con el término tell.

Los más primitivos restos constatados, corresponden a asentamientos de una fase tardía de la Edad del Cobre, finales del III milenio a. C. Este periodo está documentado con huellas de cabañas dispersas y adaptadas a la topografía original del terreno.

A continuación, parece que se produjo un periodo de abandono que dura hasta la primera mitad del siglo VIII a.C., etapa en la que se produciría el primer asentamiento de colonos fenicios. Poco después se construye la primera muralla que circunvala toda la urbe. El yacimiento es habitado de forma ininterrumpida hasta la llegada de los romanos en el transcurso de la segunda guerra púnica a finales del siglo III a. C. Durante estos seiscientos años de ocupación fenicia se construyeron otros dos recintos fortificados (en los siglos VI y III a. C.) y se realizaron varias remodelaciones urbanísticas, en las que queda suficientemente localizado el barrio cartaginés.

Tras la conquista romana, el poblado de Doña Blanca queda abandonado hasta la Edad Media. Se encuentran restos de población islámica de los siglos IX y XII Finalmente, en el siglo XV se construye la torre y la ermita de planta de cruz griega en uno de los lugares donde las leyendas sitúan la reclusión de Doña Blanca de Borbón, esposa del rey de Castilla, Pedro I El Cruel; que fue asesinada en 1361 y enterrada en la iglesia del convento de San Francisco, de Jerez.

La relevancia del asentamiento arqueológico que hay bajo el Castillo de Doña Blanca se debe a varios presupuestos esenciales para la ciencia histórica:

a) Su gran antigüedad: no cabe duda de que la bahía gaditana es el escenario del primer asentamiento fenicio en la Península Ibérica, que sería fundado en una horquilla cronológica que va del siglo X al siglo VIII a.C. Diego Ruiz Mata incluso llegó a asegurar que en el subsuelo de Doña Blanca estaba la primitiva Gadir, que sería más tarde trasladada al actual solar de Cádiz. Con todo, los últimos hallazgos en la propia capital y Chiclana, éstos últimos también muy antiguos, vienen a añadir nuevas piezas al puzzle.

b) Posee la secuencia completa de una ciudad fenicia en el transcurso de seis siglos: se trata de una ciudad intacta desde el punto de vista arqueológico. Nuestra compañera Rosalía González, directora del Museo Arqueológico de Jerez, declaró tras un viaje a Líbano, que Doña Blanca es un yacimiento único, pues en la cuna púnica, al otro lado del Mediterráneo, no se ha hallado un yacimiento fenicio de tanta potencia como el que aquí analizamos.

c) Aquí se han localizado los restos de mayor extensión y mejor conservados de una ciudad fenicia arcaica del Mediterráneo Central y Occidental: en primer lugar, las primeras viviendas del siglo VIII a.C. se encuentran al exterior del más antiguo recinto amurallado, y próximas al puerto comercial de la ciudad. Las viviendas se disponen aprovechando la ladera, y mediante un sistema de terrazas o bancales artificiales. En esta urbe púnica también persisten elementos muy interesantes, como la presencia de lagares y piletas, así como una calle perfectamente esbozada. Se han documentado también, aunque de manera parcial, aspectos del sistema defensivo. Desde sus comienzos la ciudad fenicia se fortificó con una fuerte muralla con bastiones defensivos: sobre una plataforma de arcilla se construyó una zapata de mampostería sobre la que se levantó la muralla, hecha con piedras irregulares y trabadas con arcilla. Se conservan alzados de casi cinco metros de altura. Se trata de la muralla fenicia más antigua de las conservadas en el mundo. Sobre ella se construyó otra muralla más moderna, si bien ambos trazados no coinciden en su totalidad. Delante de la cerca también se ha localizado un foso arcaico en forma de "V" excavado en la roca y de una anchura de ocho metros y medio.

d) La tipología de las casas: las residencias son de tres o cuatro habitaciones con zócalos de mampostería y paredes de adobes revocados de arcilla y encalados. Los suelos son de arcilla roja apisonada, siendo la cubierta de material vegetal. La mayoría de las casas tenía su propio horno de pan. Se han detectado también fuegos de hogares, bancos corridos en las paredes y otros elementos arquitectónicos. En general este tipo de habitáculo familiar se mantiene en los restos de las ciudades de época tardía (siglos IV y III a.C.) que se han localizado.

e) Este yacimiento urbano no puede ser separado de la necrópolis de la vecina Sierra de San Cristóbal: los enterramientos ocupan casi las cien hectáreas de extensión, y se distribuyen en núcleos o cementerios de distintas épocas que van desde el Bronce Medio hasta la época turdetana. Los tipos de tumbas y los ritos de enterramientos que nos encontramos son variados, desde las tumbas excavadas en la roca o hipogeo de inhumación hasta los de estructura en cerros artificiales o túmulos que cubren tumbas de incineración.

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