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Opinión

Fede Durán

Tengan algo más de clase, señorías

LO malo de poner sobre la mesa los muertos que evita una determinada gestión política es que la cifra banaliza el drama. Zapatero recordó a Rajoy en sus desagradables y aburridísimos debates televisivos que con el PSOE sólo le han asesinado a cuatro personas. Después se descubrió que habían sido cinco. Y desde ayer son seis. ¿Qué cara se le queda ahora al presidente? ¿Actualizará su base de datos para preparar el próximo reproche comparativo?

Uno y otro, seguidos de cerca por sus formidables subalternos, han sucumbido a la tentación de utilizar el terrorismo en función de intereses puramente estratégicos. Es cierto que Rajoy se ha especializado en ETA. Hubo momentos de la legislatura donde el grueso de la población desconocía la visión global del PP. O su táctica consistía en un simple monólogo o la obsesión ante el proceso negociador emprendido por el Ejecutivo cegaba todas sus propuestas. Luego la cosa se calmó. En la calle Génova comprendieron que la batalla se libra en distintos frentes, centímetro a centímetro, y que la gente se cansa de cualquier disco rayado, incluso si es del cantante favorito.

Zapatero también es culpable. Su culpa es de distinta naturaleza pero resulta igualmente penosa. Nadie sabe qué prometió a la banda ni por qué trató tan bien a sus afiliados políticos, pero sí consta su desmesurado optimismo, su convicción en la paz apenas unas horas antes del atentado que en Barajas destrozó sus expectativas de éxito. Fue entonces cuando desveló su decisión de enterrar los contactos con la banda. Mintió. Y después se permitió el lujo de negar ante las cámaras y con Rajoy enfrente que jamás haya dicho algo falso sobre este delicadísimo asunto. Los políticos, y en esta categoría caben todos, desde Pepiño Blanco hasta Alberto Ruiz-Gallardón, todavía están convencidos de que somos rematadamente estúpidos.

Sería bonito replantear la situación, retocar algunos mecanismos democráticos, obligarles a cambiar, apretarles las tuercas. Por ejemplo, para exigirles que ETA sea obligatoriamente un asunto de Estado, discutido y discutible, sí, pero en la intimidad de la trastienda. De cara a la galería, discurso monolítico, intenciones firmes, ningún experimento milagroso. Las estadísticas para otra cosa. Tengan algo más de clase, señorías, aunque les cueste.

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