Un día en la vida

manuel Barea /

En la cloaca

ESTO es una cloaca. Plagada de ratas. Es asqueroso, es nauseabundo. Pero lo peor de todo es que siendo insoportable, que lo es, parece que nos ha dado ya por aguantarlo y hayamos decidido convivir con ello, como la gripe del invierno o la astenia primaveral, reprimiendo las arcadas, asumiendo que es la hediondez de nuestros días, como si las narices se hubieran acostumbrado a la putrefacción. Y si llegamos a vomitar, que llegamos, nos limpiamos la boca, enjugamos las lágrimas del asco y continuamos. Así hasta la próxima. Metidos hasta las ingles en esta ciénaga cochambrosa que crece cada día que pasa sin diques que la contengan.

¿Exageración? ¿En serio creen que es una exageración? A ver: hubo un momento en que los hechos nos obligaron a vincular la corrupción con el ejercicio de la política. Creímos que eso era sólo cosa de políticos. Fue cuando muchos de los decoradores de los despachos de los partidos se hicieron con las alfombras más gruesas y absorbentes, las que mejor empaparan, camuflándola, la pringue de los billetes que iban acumulando. Pero ya no es así: forrarse y amasar desde el cargo o gracias a un pariente o un amigote que lo ostente hace tiempo que dejó de ser exclusivo de un concejal, un diputado, un consejero... ¿Por qué se iban a aprovechar sólo los políticos de su posición, de sus relaciones, para trincar?

Mira uno a un lado y a otro con una mascarilla y aun así huele la peste: el mundo de la empresa, el del deporte, el de la cultura... En todas partes hay sinvergüenzas untándose a costa de la confianza de los demás. Alguien que uno creía honesto, hasta modélico, es descubierto convertido en un chupasangre. En estas fechas se conoce la noticia de que en una hermandad -donde se supone que se debe seguir el ejemplo de un hombre que fue crucificado porque un chivato lo delató a cambio de treinta monedas- alguien "distrajo" 130.000 euros. Qué distraídos esos billetes, qué pasta tan cachonda. Ja, ja, ja, 130.000 napos distraídos. ¿A dónde han ido distrayéndose? A un bolsillo.

Y nos piden confianza. Quieren que se la demos. Y se la queremos dar. Y se la damos. Y nos convocan a las elecciones y vamos y le damos nuestro voto. Y domiciliamos nuestra nómina -o la paga del paro, un subsidio o una cuota- en un banco y pagamos en Hacienda y en el partido, en el club, en la asociación, en la hermandad y en la comunidad del bloque. Y callamos en la cloaca, inhalando la peste. Soportando toda esa inmundicia. Cada vez más. Y más. Y más. ¿Hasta cuándo?

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