Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

El convento

Aquel odio a todo lo que sonara a español ha tenido eco más allá de la utopía. No todas las urnas nacen limpias

Que cierto documento se refiera presuntamente a Marta Ferrusola como la "Madre Superiora" no deja de hacer honor a la historia. Los primeros beneficiarios del franquismo parecen estar tocados por la gracia a la hora de recibir seudónimos. Pero es que no todo el mundo vale para pasar a la posteridad con semejante rango, como no toda mujer tenía lo que había que tener en España para que la llamaran la Collares. En estos tiempos en que todo parece pasar a mejor vida, desde los éxitos españoles en Eurovisión a la prensa pasando por las abejas, también apunta a que está en las últimas aquella burguesía que se arrogaba una superioridad moral a cuenta de la ignorancia ajena o, ya puestos, el pelillos a la mar de la Transición. Desde Nietzsche está más o menos claro que toda superioridad moral se cierne sobre el aplastamiento del contrario, y aquí cada uno pone el escrúpulo donde Dios le da a entender. Marta Ferrusola era aquella madre que lamentaba que sus hijos no pudieran ir a jugar al parque porque había demasiados castellanos. Lo que pasa es que el convento resultó ser mucho más grande de lo que algunos años después estaba dispuesto a admitir Felipe González. Aquel odio visceral a todo lo que sonara a español, muy a pesar del seny de Pujol, ha tenido eco más allá de la utopía. No todas las urnas nacen limpias.

Claro que los ciudadanos de Cataluña tienen todo el derecho a manifestar cómo quieren que se dé su relación con España. La celebración de un referéndum en la comunidad pactado con el Estado debería considerarse desde la más absoluta naturalidad (disiento de quienes exigen la misma consulta en toda España a cuenta de la soberanía nacional: es su problema, con su pan se lo coman). El problema es que el independentismo ha entonado el ya no juego después de demasiado tiempo de cultivo de la intransigencia. Los secesionistas no han tenido problemas en hacer bueno el odio racista y nacionalcatólico encarnado en Ferrusola, los libros de texto, el medio rural, la ANC y ciertos púlpitos para dejar claro que no había vuelta atrás. Hace unos días, Joan Tardà empleaba el término asco para referirse a lo de Ferrusola, pero pasaba por alto el asco que a ERC no le ha dado al aprovecharse del escrúpulo racista para su causa. La República Catalana bien lo valía.

Y por si había dudas, hasta Junqueras salió en su día aireando las diferencias genéticas entre españoles y catalanes, como hizo antes Arzalluz. Por mucho que digan que esto no va contra los españoles sino contra el Estado, aquí huele a dos por uno. Mal comienzo para una República, señoría.

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