La tribuna

Emilio Gónzalez Ferrin

El crudo invierno

ASÍ se titula el informe/reportaje sobre los últimos meses en Afganistán. No desde el punto de vista de los afganos, qué duda cabe. Para ellos no es fácil distinguir un crudo invierno de otro. No; ha sido un crudo invierno para las tropas enviadas en misión de paz, aunque quizá tampoco esto de la misión de paz se pudiera comprender desde el punto de vista de los afganos. En fin, que ni siquiera es tan interesante el punto de vista de los afganos. La cuestión es que el crudo informe invernal nos presenta a unos esforzados chicos norteamericanos armados sin la cobertura suficiente. Gritan mucho may-day, y lo ven todo negro y verde, a juzgar por la permanente tonalidad en las imágenes de rifirrafes nocturnos. Parece que duermen poco y que cada día son sorprendidos en las más diversas emboscadas. De ahí que pidan ahora como esencial el envío de tropas a Afganistán, para que los chicos esforzados tengan la adecuada cobertura. Si alguien busca una razón más allá para esos envíos de tropas, va a ser difícil que la encuentre. Porque -como en los debates filosóficos- pasaría a cuestionar la mayor: la razón última de esa ocupación.

Siempre es interesante hacerle el retruécano a Goya: si el sueño de la razón produce monstruos, ¿qué produce el despertar de la razón? Puede que ángeles, orden, no sé. Quizá belleza. No parece, en cualquier caso, que vivamos bajo el imperio de la razón. Fácil sería el juego semántico de vivir bajo la razón del imperio, antes bien. Pero no se trata de eso; ya no es cuestión de imperios, sino de una mala interpretación del pragmatismo que pasa por no comprender que siempre volverán los talibán, se llamen así o no. Y sobre todo, que no hay conexión entre nuestros males y la eterna rueda de los talibán, los cuales probablemente vienen volviendo desde la sentencia de muerte a Sócrates y más allá. Que a ver si vamos a tener que pensar que los malos son de ahora, de allí. Vino viejo en odres nuevos: no se erradica el mal, sólo se brinda por su mala puntería.

La razón última de la ocupación de Afganistán es mucho más etérea que la de Iraq. Al menos en Iraq hay petróleo, y es evidente que nuestro mundo lo lleva en sus venas. Otra cosa es el misterio insondable de, con la excusa, crear parlamentos confesionales en un país que era laico y en un mundo que quería ser laico -por más que le pese al Dalai Lama, aunque meterse con él y su teocracia en el exilio sea contracultural-. Ya lo dijo un general israelí: si quieren acabar con la insurgencia chií de Iraq, resuciten a Sadam Hussein. Si no se encontraron las armas de destrucción masiva es porque ya se las había tirado a la cabeza de los chiíes del sur pantanoso. Con todo, la caótica razón de lo de Iraq funciona, aunque los de letras no entendamos por qué sube tanto el petróleo si ya lo tenemos.

Decía Robert Fisk que la razón última es un deseo de conquista de Oriente Próximo. Encadenada con un viejísimo sueño ya de la reina Victoria de Inglaterra y su "cuestión del Levante". Pero es algo estrambótico, conspiracionista e irreal en un sistema como el nuestro: con elecciones cada cuatro años en tantos países distintos implicados, ¿cuánto tiempo puede mantenerse el flujo de ataúdes de vuelta? Las conquistas sólo pueden llevarse a cabo por férreas dictaduras de exultante juventud. Ni siquiera China conquistará el mundo: ¿qué pasará cuando el chino medio descubra -en sus primeros pasos conquistadores- los derechos sindicales occidentales y el sueldo mínimo? Será el final de la opulencia por la mano de obra gratis.

Ese crudo invierno afgano lo vivió el citado Fisk cuando entrevistó a Ben Laden -no fue a la cárcel por ello- y descubrió un extraño mundo contra-capitalista en que el millonario saudí pagaba las verduras a precio de droga para que así los afganos dejasen de cultivar lo único y pasasen a diversificar su producción. A Fisk le pareció estar entrevistando a un Ché Guevara millonario a lomos de un Toyota por los montes afganos. "El Toyota es bueno para el yihad", le decía su conductor; y en eso se amparan los servicios de información occidentales para descubrir la pista coránica en el terrorismo actual. Contra la cual se organiza una tenue cruzada en la que ahora se desea implicar a la OTAN.

Las cruzadas son para los que no tienen nada que perder. Por lo que más nos vale ir desmantelando unidades y plegando pendones. Los soldados del crudo invierno en ese informe/reportaje no volvían a casa convencidos de haber empujado el bien un poco más, sino con la mera sensación de una experiencia cruda. Algo útil para valorar la plácida vida en casa, decían. Creamos conflictos para que el adiestrado niño épico eche de menos los tiempos de paz. Nadie le pide razones al crudo invierno. Pero si al final ni siquiera hay deshielo, fertilidad y ganancia posterior, te quedas toda la seca primavera con cara de tonto.

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