Habladurías

Fernando Taboada

La culpa esde don Pelayo

YA no saben qué inventarse. Con tal de desprestigiar nuestro boyante sistema educativo, rebuscan por los institutos hasta que dan con un maestro que esté hasta el gorro de su trabajo, si no publican cifras garrafales sobre abandono escolar o difunden imágenes insólitas de la agresión que hubo una vez en el patio de un colegio, y así no hay tutía. Por si fuera poco, ahora se han sacado de la manga un estudio internacional de nombre sospechoso -el informe PISA- que, haciendo clara alusión a la famosa torre inclinada, viene a sugerir que la enseñanza en España amenaza con derrumbarse. Pero aquí hay gato encerrado. Para empezar, el informe es tramposo porque a nuestros escolares, en vez de compararlos con otros de su categoría, me los echan a pelear con los empollones de países como Finlandia. Sin ánimo de revancha, ya me gustaría a mí ver a los jóvenes de Helsinki compitiendo con los de aquí a ver quién aguantaba más "haciendo el caballo" encima de una moto.

Por otro lado, no es justo comparar a nuestros chavales con los de otros lugares en los que se destina más dinero a la Enseñanza. Porque a ver, ¿qué gracia tiene que en aulas con solo quince alumnos vaya todo como una seda? Lo suyo es lograrlo con unas clases en las que se tienen que apretujar treinta y tantos, como ocurre aquí.

Por poner faltas, el informe habla hasta de la dificultad que tienen los alumnos españoles para entender lo que leen. ¿Acaso nadie les ha dicho a estos analistas que se puede vivir muy bien sin abrir un libro? De hecho, ni para triunfar como tonadillera ni para pilotar un bólido es necesario seguir los pasos de Marco Aurelio.

Menos mal que la consejera de Educación ha sabido defendernos ante estos intrigantes y ha callado muchas bocas alegando que a los estudiantes andaluces no se les ha tenido en cuenta el atraso histórico que sufre nuestra tierra. Estos que se llaman expertos insisten en barajar como causas del fracaso escolar la poca motivación del alumnado, la inadecuada preparación de los profesores, la falta de inversiones, y a lo mejor olvidan que los andaluces somos un pueblo que ha pasado muchas fatigas. Por tanto, no caigamos en el error de acusar a los más débiles. Háganme el favor de perdonar a sus hijos si traen ocho suspensos a casa, porque lo fácil es echar las culpas a las criaturas por ver demasiada tele, o a los maestros, o a la señora ministra. Pero nadie quiere reconocer que ese cero que le han puesto en Matemáticas tiene raíces más profundas. Es la secuela que estamos pagando aún, quién sabe si por la expulsión de los moriscos, por la desamortización de Mendizábal o por la derrota de Nelson en Trafalgar.

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