TIENE QUE LLOVER

Antonio Reyes

La decadencia del español

TAL vez sea por mi incapacidad genética para el aprendizaje de los idiomas, o por ese substrato colonialista que nos queda a quienes alguna vez fuimos metrópolis, por lo que me apena tanto el retroceso que sufre el español en Marruecos.

No hablo de las estadísticas oficiales, ni del número de alumnos que asisten a los cursos que organizan las instituciones oficiales españolas en suelo magrebí. Hablo de que el marroquí de la calle, el que llevaba con orgullo hablar la lengua de Cervantes, es hoy una rara avis en el país vecino.

Viene a cuento este comentario porque se acaba de celebrar el XIV Salón Internacional del Libro de Casablanca, la segunda feria más importante de África. Vistos los metros del stand español, vistos los libros y los autores representados en él, se constata con sorpresa que la presencia española ha sidos equiparable, ¡vaya por Dios!, a la de otros países tan "arraigados" en la historia marroquí como Portugal, Italia y Rusia, sí Rusia. Por supuesto, no se me ocurre la comparación con Francia o con Bélgica que han cuadriplicado en metros y contenidos a la representación española.

Lo malo del caso, eso pienso, es que no se trata de una cuestión económica. La acción cultural de España en el exterior está falta de política estratégica, de claridad en cuanto a la definición de objetivos y falta, también, de capacidad de penetración para mantener vivo el idioma y para difundir y sustentar una cultura, la española, presente hasta hace bien poco en Marruecos.

Hemos perdido hasta nuestro último bastión. La bandera de la lengua española se arrió definitivamente cuando la televisión qatarí Al Yazira firmó un contrato con la Liga de Fútbol Profesional para la retransmisión de nuestros partidos de fútbol. Hasta entonces los goles eran goles, se cantaban en español y en esta lengua se seguían las retransmisiones. El aprendizaje de nuestro idioma, sustentado en otros tiempos en Kiko Ledgard y el "Un, dos, tresý" y hasta anteayer en las filigranas de Amancio, Pirri o Cruyff, ha perdido la batalla decisiva. El filtro lingüístico de Al Yazira ha dado la puntilla al español.

En cambio, los orgullosos gabachos publican, traducen, organizan actividades, son los dueños de Medi 1, la poderosa emisora de radio radicada en Tánger con más de 24 millones de oyentes en el Magreb, o acaban de acordar la puesta en marcha, tras la liberalización audiovisual, de Medi 1 SAT, emisora televisiva, con un presupuesto de 30 millones de euros. Y mientras Sarkozy maltrata a los emigrantes magrebíes en territorio francés, el número de francófonos crece sin parar y las inversiones francesas se multiplican en Marruecos.

La historia no se escribe desde la nostalgia ni con el recuerdo, sino con inteligencia. Y en la batalla por la influencia lingüística, también cultural y económica, los franceses son los primeros de la clase. Nosotros, orgullosos quijotes, presumimos de Cervantes y de nuestra lengua, pero, a la postre, estamos en el pelotón de los torpes. Como el ibis eremita, el español es una especie en vías de extinción en Marruecos.

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