Francisco Bejarano

Los delirios históricos

COMO quiera que nadie duda ya de que los nacionalismos tienen como fin la independencia de un territorio, desgajándolo de otro del que forma parte desde hace muchos siglos, y comoquiera que inventada la nación vasca, recurriendo al delirio histórico de un ancestral Estado vasco que nunca existió, se puede inventar cualquier otra, el Estado moderno, España en este caso, tiene los medios para poner fin a la carrera de cangrejos que quieren desandar el camino de la Historia. Se palpa en el ambiente un abatimiento, un fatalismo causado por la idea de que España no puede hacer legalmente nada si un trozo de ella decide hacerse independiente. No sólo puede, sino que tiene el deber moral de impedirlo. El escollo está en que quienes tienen que hacerlo son los políticos, y muy pocos políticos tienen talla de hombres de Estado, aunque muchos la tengan de hombres del Poder, dure lo que dure.

La bibliografía sobre los nacionalismos en España, el terrorismo liberador, la izquierda secesionista y las 17 versiones de nuestra que se enseñan en España, es tan amplia que no ayuda a aclarar las cosas sino a enturbiarlas. Hay ya dos generaciones que han estudiado una leyenda heroica como historia del País Vasco, y otras dos de andaluces que añoran los pedregales de Arabia y las tormentas de arenas del desierto. Rodríguez Adrados ha clamado inútilmente, con dolor, que la enseñanza no debe estar en manos de las regiones autónomas, porque si hay algo común a toda la Península como parte de Europa, es la Historia, y hacer historia de las leyendas es una decisión política no una disciplina académica ni el resultado del estudio y la investigación. Y, como él, han clamado otros sabios para que la Ley Electoral no permita que las minorías nacionalistas, minorías a su vez en sus regiones, tengan gobierno en el general de todos los españoles.

Se ha dicho, desde Unamuno, que cuando escribamos leyendas, escribamos leyendas, y, cuando historia, historia. Pero la Historia no favorece a las izquierdas, a ese sector social temeroso de que se sepa que hace mucho tiempo que dejó de ser de izquierda. Las sociedades humanas no son tontas como abstracción y prueba de ello es que aquí estamos, pero la inmensa mayoría de sus componentes pueden serlo sin que el conjunto sufra menoscabo, siempre que haya una élite culta e inteligente, liberal y comprensiva, con altura moral y autoridad que la gobierne; si no, se perderá. "Izquierda" es hoy una palabra vacua con, incomprensiblemente, prestigio popular, no una ideología; "nacionalismo" no es una lucha de liberación, es un delirio histórico, una nostalgia del pasado peor. Lean Boroña, de Clarín, y quizá les aclare algo.

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